26.10.08

Democracia joven

Justificaciones sensibles del nuevo negocio

CRISTIAN SALVI

El Eco de Tandil, 26 de octubre de 2008

El iusfilosofo Werner Goldschmidt distinguió tres razones sobre los actos: las móviles, con las que el mismo sujeto justifica para sí su conducta; las alegadas, que son el discurso de justificación ante terceros de por qué se tomó la decisión; y las sociales, por las cuales la sociedad juzga a esas decisiones. Obviamente, las razones alegadas y las móviles no tienen por qué coincidir: basta con que se esgrima una razón distinta a la que movilizó realmente el proceder.

La decisión del Gobierno de transferir el sistema privado de jubilaciones a la órbita del Estado es de por sí atinada. Si un tema merece ser considerado “de Estado”, no cabe duda que el referente al financiamiento de la clase pasiva lo es. Y también las razones alegadas para ello son más que justas porque es verdad que el sistema previsional no puede quedar sujeto a la especulación financiera y al riesgo empresarial; que las AFJP cobraban comisiones desmesuradas sin asumir riesgos propios; etc.

Todo eso es cierto. Luego, considerando las categorías del inicio la pregunta será: ¿Fue eso lo que motivó al Gobierno a tomar la decisión? ¿O hay alguna otra razón móvil y como ella es non sancta fue menester alegar de una justificación razonable para que la sociedad no recree la ira que le causó la célebre resolución 125? Concretamente: ¿El Gobierno busca esos fines alegados o necesita financiamiento y encontró un justificativo “razonable”?

“Los reconocerán por sus frutos”
Aquí escribes el contenido. (código)

Hay dos características a resaltar de la decisión del Gobierno. Por un lado, que si el fin es recaudatorio hay un paralelo con la resolución 125 pues allí para justificar los impuestos confiscatorios se invocaron fines nobles que generan adhesión social: distribución del ingreso; protección del consumo; evitación del monocultivo. Pero el fin era recaudatorio. Al tiempo, las justificaciones se hicieron más “sensibles”: lo último dicho fue que todo lo recaudado se destinaría a construir escuelas y hospitales.

Pero, ¿cómo saber cual es la razón móvil y si ésta es la que se alegó? Claramente no lo hacemos como juicio moral sobre la mentira o algo que se le parezca, sino porque si verdaderamente el fin es recaudatorio el Gobierno se encargará de crear las condiciones para poder llevar a cabo su propósito. Ahí está el tema. Cuando sean legislados, esos fines nobles que hemos compartido pueden mutar para hacer de los fondos jubilatorios una fuente de recursos para cancelar deuda; o financiar campañas; o subsidiar el “capitalismo de amigos”; o mantener el clientelismo; o seguir saqueando lo público; o para todo eso junto y más.

El proyecto de ley tiene 18 artículos. ¿Con eso basta para reglar un sistema? No, claro que no. El resto lo hará el Poder Ejecutivo. O sea que el Congreso creará el nuevo régimen, pero será el matrimonio presidencial quien disponga las reglamentaciones. En ellos quedará, en definitiva, que se lleve a cabo uno u otro fin. ¿Basta algo más para desconfiar de un Gobierno que además ha dado verosímiles indicios de corrupción a gran escala? Todo sin contar que Argentina históricamente vivió un crónico saqueo de las cajas jubilatorias por obra de políticos y sindicalistas. No parece, entonces, razonable que todo sea tan noble.

¿Es un “error” o una “mentira”?

La segunda nota a considerar es que esta mecánica de estatización se enmarca en una política general con ese norte. Pero resulta que no todas esas estatizaciones reúnen, siquiera en el plano de lo alegado, una justificación equivalente a la de trasferencia del régimen jubilatorio. Éste es parte de los “fines públicos” que el Estado debe realizar por necesidad, pero no se puede predicar lo mismo de todas las demás operaciones que hicieron los Kirchner en estos años. Hay dos hipótesis: que ello se deba a un “error” o una “mentira”. Ambos vocablos se relacionan con la falta de verdad pero no son lo mismo.

El clásico “error” que pueden padecer es confundir la “esencia del Estado” —si vale el término— con la propiedad de bienes. Así es que los Kirchner dicen que “Menem vendió el país”, cuando lo que enajenó fueron empresas, deficitarias y obsoletas además. El país no puede “venderse” porque su naturaleza no radica en tener aviones o trenes sino en unos conceptos largos de abordar aquí que son la “soberanía” y el “imperium”. De confirmar que los Kirchner están presos de ese error entenderíamos por qué se creen reconstructores de una Nación.

La otra hipótesis de por qué estatizan a mansalva es la explicación de la “mentira”, o sea que todo lo que dicen serían manifestaciones contrarias a lo que se pretenden llevar a cabo y lo que les importa, desde esta óptica, es agrandar el Estado porque, como ellos lo manejan discrecionalmente, hay más oportunidades para hacer negociados en él y de mantener el poder. De ser cierta esta inteligencia, el fin noble de algunas medidas (como las jubilaciones) deviene accesorio, porque en todos los casos lo que se realiza es el móvil común: obtener recursos y agradar el marco de influencia sin control alguno. La única diferencia sería que algunos “medios” para ese fin negocial involucran cuestiones que sensibilizan a la comunidad y por tanto hace más viable que el juicio de las razones sociales sea más favorable al Gobierno.
Aquí escribes el resto del contenido que no se vera.

(código)

Leer Mas...

Democracia joven

Lecciones de Wall Street

CRISTIAN SALVI

El Eco de Tandil, 12 de octubre de 2008

Al abordar la semana pasada el sin dudas polémico tema del “socialismo del siglo XXI”, alguien me advertía sobre lo inoportuno de sostener algunas tesis en contra el estatismo dados los cimbronazos financieros de estos días. Claro, lo estaba diciendo en plena crisis de Wall Street y en tiempos donde el mayor símbolo del capitalismo estaba interviniendo como nunca antes en el bendito mercado con un paquete de salvataje calculado en 700 mil millones de dólares.

Ciertamente el actual estado de las cosas ha estimulado a quienes detestan al capitalismo, porque los hace sentir que están en su hora, convenciéndolos de que por fin se cumple la profecía añorada de que todo ese mal algún día perecerá.

Esta crisis del capitalismo nos servirá como punto de partida para poder hacer algunas reflexiones sobre su relación con el estado y el bien común, y con ello desenmascarar determinados sofismas que en momentos como este adquieren una relevancia extraordinaria........................................................

Exclusión, absorción y complementaciónAquí escribes el contenido.
(código)
Se ha instalado la idea de que el capitalismo quiere destruir al estado y sustituirlo con el mercado. Sin embargo, la lección mayor que ha dado la crisis actual es que justamente el capitalismo no funciona sin un adecuado orden que en más o en menos está dado por la autoridad pública............................................

Es verdad que algunos autores han presentado una radicalización tan grande del capitalismo que llegaron a sostener que no existe otro interés que el individual (Ayn Rand) o bien que el mercado llegaría a su equilibrio máximo cuando toda regulación desaparezca absolutamente, evolucionándose así hacia el denominado anarco-capitalismo (Nozick). Pero la afirmación de que el mercado no puede sustituir al estado encuentra un lógico fundamento en que entre ellos no existe una relación de oposición sino de complemento: uno buscará la maximización de un interés individual, mientras que el otro tiene como fin principal organizar una comunidad en aras al bien común equilibrando las múltiples colisiones de intereses de sus integrantes.

Lo dicho recién habilita a una conclusión tan válida como la anterior: si el mercado no puede sustituir al estado, tampoco el estado puede sustituir al mercado. A pesar de ello, los adversarios del capitalismo proponen una relación de absorción al entender que si el bien común debe ser afianzado por lo público, ello justifica entonces que el estado asuma la mayor cantidad de roles posibles ya que es necesario evitar los desastres que esta crisis ha mostrado y eso sucedió porque todo se dejó librado a los operadores privados.

¿Ganancias privadas y pérdidas socializadas?

El anterior razonamiento esconde un problema emparentado directamente con la resolución de la crisis de Wall Street: la cuestión de quién debe asumir el costo de las “fallas del mercado”. ¿Quién debe pagar el costo del fracaso privado?

Para entender el fondo del problema pongamos un ejemplo concreto de nuestro país. Aerolíneas Argentinas fue privatizada a comienzos de la década pasada y ya por dos veces el Estado argentino tuvo que socorrerla para que no quiebre. La última vez fue hace pocas semanas atrás y, aunque no quedó muy clara la operación, lo cierto es que se reestatizó una compañía sin valor positivo y con 900 millones de dólares de deuda. Se adquirió una compañía en bancarrota y eso significa ni más ni menos que socializar el riesgo: los argentinos estamos pagando los costos de los errores de los dueños de Aerolíneas.

Esto hoy se discute en EE. UU. con el salvataje propuesto por Bush. Los que vitorearon el mercado libre de la intervención del estado, ahora quieren que éste intervenga en su auxilio. Esta mirada es tan estatista como la de los que apoyaron la compra de Aerolíneas.

O sea que en algo coinciden quienes están (supuestamente) en las antípodas ideológicas: el estado tiene que pagar por los fracasos privados. La contradicción de unos es que cuando ganan pretenden tener exclusividad en el beneficio, pero si hay pérdidas otros deberán asumírselas, haciendo del estado un socio sólo para el perjuicio. La de los otros es que, mientras se la pasan señalando la necesidad de la justicia social, al fin están asintiendo que el estado destine dinero público a cubrir los errores privados, subsidiando, en definitiva, a sectores de altos recursos que se benefician transfiriéndole el riesgo a terceros.

Ambas posturas distorsionan la “relación de complementación” que debe haber entre el estado y el mercado, pues en los dos casos se desfiguran las finalidades que antes habíamos demarcado: así el interés individual (o sectorial) se sobrepone al bien común, pues le carga a toda una comunidad sus pérdidas pero reservándose los beneficios.

El capitalismo bien entendido, por vía de principio, tiene que asumir que el riesgo es propio del sistema; que en el riesgo, la pérdida aparece como posible; y que de esa pérdida, bien puede terminarse en una quiebra. Por eso, a pesar de quienes creen que el sueño se les cumple, aquello no muestra un sistema en decadencia, sino que, por el contrario, lo muestra en uno de sus estadios de desarrollo, que es cíclico, porque el capitalismo es en definitiva una “destrucción creativa” (Schumpeter) y en ese dinamismo está el secreto de su supervivencia.Aquí escribes el resto del contenido que no se vera. 

Leer Mas...

Democracia joven

La farsa del “socialismo del siglo XXI”

CRISTIAN SALVI

El Eco de Tandil, 5 de octubre de 2008 

La nueva experiencia populista comenzó en Venezuela, primero como una forma de ejercer el poder y después institucionalmente mediante la Constitución Bolivariana. Luego se ramificó a Bolivia, a Ecuador y a Nicaragua, siendo común en estos casos el aval de los jefes de Estado (Evo Morales, Rafael Correa y Daniel Ortega, respectivamente), lo que facilitó su instalación. A su vez, en los dos primeros casos (Bolivia y Ecuador), como antes en Venezuela, se hicieron enmiendas a las constituciones para incorporarles las máximas de ese socialismo sui géneris.

Por otra parte, en los países latinoamericanos donde no han logrado el acceso al poder hay representantes que lo proclaman como modelo a adoptar. En Argentina, cuya Constitución netamente consagra un liberalismo filosófico, político y económico —a pesar del arraigo estatista y caudillista de la política real—, las principales voces del “socialismo del siglo XXI” son Hebe Pastor de Bonafini y Luís D’Elía.

Ninguna explicación agota por sí el fenómeno porque tras un modelo político intolerante hay una cultura que opera de continente y remite en última instancia a la sociedad y a sus individuos, como tan bien lo han explicado Erich Fromm en El miedo a la libertad (tiene un capitulo en el cual analiza cómo el ilustrado pueblo alemán que venía de un esplendoroso siglo XIX termina confiando en un cabo demagogo y resentido como salvador) y Hannah Arendt enLos orígenes del totalitarismo. A pesar de esos horizontes inconmensurables, tomaremos algunos elementos distintivos para al menos poder aproximarnos a su comprensión. Escogería tres tópicos, no más, para hacer una somera presentación: por qué esa izquierda traicionó sus ideales libertarios y se asoció a regímenes antidemocráticos; cuál es la razón por la cual un discurso sincrético, contradictorio, sin consistencia alguna, perimido en otras latitudes, empero se propaga en América Latina; y —en lo que completa lo anterior— cómo es posible que, además, esos discursos se materialicen en regímenes que concitan la adhesión de las masas.

Ni humanista ni democrático.(código)

La traición al espíritu humanista de la izquierda nacida con las revoluciones liberales (especialmente la francesa de 1789), amén de las etiologías particulares (como el odio visceral que guía a Bonafini), se funda en la adhesión de algunos de ellos al modelo despótico surgido de la Revolución Rusa. Desde allí, el socialismo se impondría sin importar cómo, incluso por las armas, traicionando también al supuesto ideólogo, porque si algo debemos aceptar es que Marx sí era un humanista.

Cuando Bonafini apoya a las FARC, D’Elia a Irán y Quebracho invita a la revolución armada, nada hay de “libertad, igualdad y fraternidad”. La traición ya fue consumada.

El “socialismo del siglo XXI” continúa esa tradición no democrática. Sus apologistas enfatizarán que Hugo Chávez, por ejemplo, accedió al poder por elecciones. Pero esa es una mirada parcial (reducción electoralista de la democracia) porque, primero, ella es inescindible a la república y supone alternancia posible; y, segundo, si algo logró la teoría liberal es desmitificar la invocación de las mayorías para conculcar derechos individuales: violar derechos fundamentales deslegitima aun a quien cuente con mayorías, pues la democracia habrá devenido en una dictadura de las mayorías (se llame del proletariado, bolivariana o como sea).

Los elementos legitimantes de todo populismo

Está claro que esas vías no llevan al progreso y basta con cotejar los avances de los países que abandonaron el “socialismo del siglo XX”. Sin embargo, aquí se propone una edición “siglo XXI”, ¿por qué?

Es un dato objetivo que, salvo casos como Chile o Brasil (países en los cuales no por casualidad gobierna una izquierda prácticamente antitética a la chavista), han fracasado las reformas económicas que prometían terminar con el atraso de la región, generando desprotección en buena parte de la sociedad. Esto allanó el camino para el regreso del populismo estatista asociado al abuso de poder, aprovechando ese acervo cultural paternalista heredado de la colonia hispánica, ya señalado por Sarmiento hace un siglo y medio.

Esto es bueno porque a la fantochada teórica se le sumará el fracaso práctico. Vaya a saber qué dirán si Evo Morales no puede evitar el secesionismo boliviano o cuando Raúl Castro termine rogando que las empresas americanas inviertan en Cuba. O bien —sin ir más lejos— cuando por culpa del populismo kirchnerista (ya pasó mucho tiempo para seguir maldiciendo la década del ‘90) termine de explotar la economía irreal llena de distorsiones por los miles de millones inyectados en subsidios...

El máximo desafío para sepultar de una vez todas esas ideas agotadas en el resto de occidente es lograr convencer a las masas más desfavorecidas que, presas de la necesidad, constituyen el gran soporte electoral de los profetas del populismo, advirtiéndoles que ellos nunca los arrimarán al progreso porque necesitan de un cuadro marginal para permanecer en el poder. Muchos políticos callan esto para no perder votos, pero esa es una explicación de por qué el peronismo gobierna hace dos décadas la provincia mientras que, por ejemplo, López Murphy tan solo sacó el 1.5 por ciento.(código)

Leer Mas...

Democracia joven

Los falsos íconos del cambio

CRISTIAN SALVI

El Eco de Tandil, 21 de septiembre de 2008 

Desde que el Gobierno comenzó a perder popularidad producto del conflicto con el campo, el escenario político cambió sustancialmente cuanto menos en un aspecto simbólico por el cual se ha instalado la idea de que el kirchnerismo entró en una pendiente negativa que lo conducirá finalmente a su nadir en las próximas elecciones presidenciales. En la columna anterior advertíamos que en Argentina no hay una “oposición” monolítica que cuente con la legitimidad suficiente para suceder al oficialismo por lo que —a pesar de la percepción general referida— el kirchnerismo bien podría triunfar en los próximos comicios si los sectores de la oposición no establecen consensos de unidad.

Ahora bien, con este clima de agotamiento de un modelo de poder, en el disperso arco de las “oposiciones” han aparecido diversos íconos (personas o grupos) que se presentan como “la” alternativa válida al kirchnerismo; empero, muchos de ellos no son sino falsas representaciones del cambio. La faena será, entonces, mediante una suerte de zarandeo, analizar a algunos de los proclamados representantes la alternativa.

Los ropajes de última hora.(código)

El primer ícono falso es Julio Cobos. Ha sido elevado al pedestal por su loable decisión de seguir los dictados de su conciencia al votar contra el proyecto oficial de retenciones. Pero hacer un juicio sobre él tan solo por eso es un análisis cuanto menos recortado.

El sistema permite que el vicepresidente o un legislador vote según su conciencia pero, al menos teóricamente, es disvalioso que quien es el reemplazante de la presidenta sea un liso opositor, tal como se ha mostrado Cobos últimamente. Los signos políticos posteriores a aquella votación —que llegan hasta la creación de una fundación pensando en los próximos comicios— exceden el ejercicio de la objeción de conciencia. Todo se parece más bien a una traición (sin que importe aquí cuan ético es el traicionado y cuánto lo merezca), porque, sincerémonos, Cobos cuando abandonó la UCR sumándose a un proyecto bien alejado de las ideas de Alem sabía claramente quienes eran los Kirchner. Bien supo al aceptar la candidatura que su función sería tan reducida como la de Scioli en la gestión anterior. Como Duhalde, no puede hacerse el sorprendido por una mecánica de poder que tiene dos décadas, habiendo sido Santa Cruz el primero de los ensayos.

Cobos sin la bendición oficial no estaría hoy donde está. Mal que pese, materialmente los votos de octubre pertenecen a los Kirchner aunque el legitimado haya sido un binomio. Él mismo sabe que si dejara la vicepresidencia —actitud esperable de quien está en desacuerdo con el núcleo de las políticas oficiales, independientemente de aquella resolución 125— moriría en el olvido porque eso de encabezar las listas de popularidad es pura fugacidad dada por el cíclico e histérico humor social.

Un caso similar es el de Felipe Solá, el nuevo “presidenciable” con tradición camaleónica. De cafierista a menemista (fue Secretario de Agricultura en los ´90); de menemista a duhaldista; de duhaldista a kirchnerista; ahora, después de haber sometido a Buenos Aires a un vasallaje de la Casa Rosada que continúa Scioli, nuevamente ha emigrado y posiblemente hacia una segunda etapa duhaldista. Siempre hay excusas. Solá en octubre encabezó la lista de diputados kirchneristas por Buenos Aires, ¿recién ahora se da cuenta que los Kirchner “tienden a una hegemonía peligrosa”, como ha sostenido? 

Mas ironías de las “alternativas” al kirchnerismo: Cavallo aconseja de economía y de cómo evitar una crisis; Barrionuevo funda una “verdadera CGT para el pueblo trabajador” porque está cansado —dice— tanto de la corrupción de los Kirchner como de que Moyano no democratice al movimiento obrero; los Rodríguez Saá, que gobiernan San Luís hace veinticinco años, piden alternancia; Duhalde es la esperanza; los que echaron Cobos de la UCR, ahora, porque “mide”, piensan en repatriarlo. Falta que Alberto Fernández se autoproclame como “el cambio”. En las crisis, lo viejo vuelve vistiendo disfraces nuevos; es el devenir circular de la historia con la lógica del eterno retorno.

Rectificar o ratificar, esa es la cuestión

Las falsas expresiones del cambio no llegarán lejos si no cuentan con el aval electoral por lo que la clave es impermeabilizarse de la estrategia de maquillar lo viejo para que permanezca el mismo tejido de poder. ¿Recuerdan el cual era el eslogan de Cristina en las elecciones? “El cambio recién empieza”. Era una ingenuidad creer eso y las pruebas están a la vista. No cambió absolutamente nada, ni siquiera el titular último del poder que sigue siendo Néstor Carlos Kirchner.

Hemos dicho ya que la democracia es un sistema optimista —a pesar de este diagnóstico— porque da chances cada dos años de rectificar la cesión de soberanía. Alternativas serias hay y muy variadas entre los políticos argentinos, siendo esa una razón más para emprender la renovación. No es función del periodismo decir quienes son aunque nada obsta recordar esta frase de Cicerón: “De hombres es equivocarse; de locos persistir en el error”..
(código)

Leer Mas...

Democracia joven

En busca de “la” oposición perdida

CRISTIAN SALVI

El Eco de Tandil, 7 de septiembre de 2008


Mariano Grondona apuntaba días atrás que si bien el kircherismo pierde poder, la oposición no se fortalece, siendo como un goteo en el que nadie recoge el derrame. Rumbo al 2009, si esta lógica se mantiene, el oficialismo, aun con menos poder, podrá nuevamente salir victorioso de las elecciones intermedias. En Argentina hay “oposiciones”, pero “oposición”, no. ¿Qué es entonces lo que falta para que haya?

La atomización representativa.(código)

En las democracias más consolidadas del mundo hay dos grandes sectores políticos que se van sucediendo ante el éxito o fracaso gubernamental, de modo que “la” oposición en algún momento pasa a ser gobierno, y viceversa.

Esto en el Reino Unido viene desde el siglo XIX, aunque germinó con la Revolución de 1688. En ella se perfilaron dos grandes grupos: los tories, conservadores y aliados a la nobleza y al clero; y los whigs, liberales, que congregaban a la naciente burguesía que apoyaba la prevalencia del Parlamento por sobre la Corona. Con el paso del tiempo y luego de reformas legislativas que instaban a la institucionalización en partidos, de esos dos grupos nacieron el Partido Conservador y el Partido Liberal, siendo éste, desde la década del 20 del siglo pasado, progresivamente reemplazado en la representación el arco reformista por el Partido Laborista, que gobierna desde 1997, primero con Tony Blair y actualmente con Gordon Brown.

En Estados Unidos, desde que el Partido Republicano llegó a la Presidencia con Abrahán Lincoln en 1860, todos sus presidentes han sido republicanos o demócratas. El bipartidismo es absoluto; la legislación abona eso —con pisos mínimos de representación para lograr un escaño, por ejemplo— pero el sistema es, ante todo, un producto de su ordenada cultura política.

Si bien Argentina nunca tuvo un riguroso bipartidismo, cierto es que el PJ y la UCR dominaron los últimos sesenta años de la vida política (excluyendo, claro, al Partido Militar, según la expresión de Horacio Verbitsky). Las terceras fuerzas no sobrevivieron a sus fundadores, y prueba de ello fueron la UCeDé, el FREPASO y Acción por la República, el partido creado por Domingo Cavallo. Sin alianzas, el Pro y la Coalición Cívica van por el mismo camino.

En una degradación que venía de los ’80, con la crisis del 2001 hasta los partidos tradicionales terminaron de explotar, generando una diáspora de líderes que modificaron ese dualismo que más o menos había. En las elecciones de 2003, con la ayuda de Duhalde que suspendió las internas obligatorias, se presentaron tres candidatos peronistas (Menem, Rodríguez Saa y Kirchner) y tres radicales (Moreau, Carrió y López Murphy). El PJ, como tal, no presentó candidatos, y la UCR sacó menos del 3 por ciento. En 2007, hubo dos fórmulas encabezadas por peronistas y secundadas por radicales (Cristina–Cobos y Lavagna-Morales).

Hoy se ha llegado a la fragmentación máxima. En la Cámara de Diputados, que concentra toda la representación electoralmente válida del país, hay 257 legisladores en 35 bloques; un solo bloque (Frente por la Victoria – PJ) tiene 128 diputados, por lo cual, entre los demás (algunos de los cuales no son “opositores”, pero actúan separados del kirchnerismo) hay 129 legisladores con 34 bloques. Un promedio menor a cuatro legisladores por bloque, dado porque hay un total de 17 monobloques, es decir, “bloques” que cuentan con un solo legislador.

En el Senado la atomización es menor, pero no deja de ser un órgano fragmentado si se le compara con sus pares de otros países. Por ejemplo, el poderoso Senado norteamericano tiene 100 miembros, que se reparten entre 50 demócratas, 49 republicanos y un independiente. Por su parte, la Cámara de Representantes —equivalente a nuestra Cámara de Diputados— tiene 435 legisladores, de los cuales 233 son demócratas y 202 republicanos.

Unidos son mayoría

Reedificar el bipartidismo (insistimos con los partidos porque son “instituciones fundamentales” del sistema, al decir de la Constitución) es para nosotros ilusorio en el corto plazo. Sabemos que uno de los “partidos” sería el kirchnerista, ¿pero quién será el otro? Todos querrán ocupar ese espacio de “la” oposición, pero nadie por si mismo tiene con qué. Mientras tanto, la debilidad opositora es total.

Argentina puede ordenarse políticamente si va hacia un sistema de alianzas con vocación más duradera que una elección. En Alemania, Francia e Italia, por citar algunos casos, son las coaliciones las que se reparten la representación. Cerca nuestro, el caso chileno es ilustrativo: la Concertación gobierna desde la restauración de la democracia, tras la salida de Pinochet en 1989, en una civilizada (e inaudita aquí) convivencia entre democratacristianos y ex comunistas que ha sido la carta para evitar que la derecha (adversaria común de aquellos) gane la Presidencia.
....
Nos quedará para más adelante reflexionar sobre cómo pueden generarse e integrarse esas alianzas en Argentina. Por lo pronto, concluimos señalando que sólo con la erradicación del sectarismo opositor se puede vencer a la cada vez menor “hegemonía K”: es hora de recoger su desmembramiento de legitimidad. Hasta ahora, parece que ni la aversión de soportar a los Kirchner cuatro años más incita a la oposición a juntarse para triunfar en 2009 y en 2011. (código
(código)

Leer Mas...

Democracia joven

La filosofía de la nueva beneficencia

CRISTIAN SALVI

El Eco de Tandil, 24 de agosto de 2008 

En Estados Unidos ya se habla de la “Segunda era de oro de la filantropía” a raíz de las grandes donaciones de multimillonarios volcadas a la caridad, cuyo símbolo fue hace un tiempo la Fundación Gates, la cual contaba, de partida nomás, con un capital de 60 mil millones de dólares sólo con las contribuciones de su titular Bill Gates y de las hechas por Warren Buffet —quien era el segundo hombre más rico del mundo—, que le cedió la suma de 31 mil millones de dólares.

Una sola fundación cuenta con más fondos que el PBI de varios países latinoamericanos sumados. Vaya si se puede hacer mucho con tanto dinero. Cierto es que en Argentina no existen fortunas equivalentes a las mencionadas, pero sí hay personas con mucho dinero que podrían destinar más recursos a la beneficencia, lo que implicaría una gran contribución al bien público adicional a la que realiza el Estado. ¿Por qué eso no sucede, o, cuanto menos, de un modo tan intenso como en Estados Unidos?

La respuesta más simplista es decir que los empresarios argentinos son avaros, conclusión que, en contrapartida, ha de presentar a los norteamericanos como generosos. La avaricia es una cuestión individual, no de nacionalidad, de modo que debe haber alguna otra cosa, sí relacionada con el país, que, por lo menos, no promueve las condiciones para hacer posible que ni aun los generosos hagan grandes y constantes contribuciones filantrópicas, siendo ésta una realidad patente en Argentina, salvo, claro, las excepciones tan bienvenidas. 

Promoción social y eficiencia(código)

A esta nueva forma de filantropía se la conoce como filantrocapitalismo (philantrocapitalism) y, se sostiene, la innovación respecto a la caridad tradicional y a la primera era dorada de filántropos americanos de principios del siglo XX (como Rockefeller) consiste, entre otro, en que a la gestión de los recursos orientados al bien público se le aplican los cánones de administración de las empresas más eficientes.

Aun sin seguir esas técnicas, en general ya las diversas ONG han mostrado más eficiencia en la ayuda social que el propio Estado porque, considerando los volúmenes de recursos que manejan, tienen mejores resultados en términos relativos. Compárese el presupuesto de Cáritas (u otra análoga) con el de las múltiples áreas sociales del sector público y analícese quien invierte mejor cada peso.

Hay que reconocer que el Estado tiene un vicio intrínseco dado por lo engorroso del sistema administrativo, el cual, con el objetivo de controlar los recursos públicos al asecho de funcionarios corruptos, se ha hipertrofiado de procedimientos que no logran acabadamente una gestión eficiente y eficaz, a pesar de que la legislación ha incorporado estos valores. El gasto público en Argentina ha crecido enormemente en el último lustro, pero los resultados positivos lejos están de crecer proporcionalmente, dándose la paradoja de que con el aumento presupuestario, la utilidad marginal de cada centavo decrece. ¿Cuánto habría costado el Hospital de Niños si lo hubiera hecho directamente el Estado?

Es así que los nuevos filántropos gestionan los recursos por sí mismos, maximizándolos mediante la aplicación de métodos empresariales, con resultados tan excelentes como cuando hicieron dinero dirigiendo a sus compañías. Luego, con ese espíritu, los instrumentos son variadísimos, y van desde fundaciones hasta la creación de sociedades anónimas comunes cuyas utilidades se inviertan en ayuda social, lo que es quizá una alternativa superadora a las tradicionales cooperativas. Un caso a tener muy en cuenta —y al que más adelante le dedicaremos un artículo entero— es el Grameen Bank, un banco de promoción de microcréditos para pobres en Bangladesh, que le valió a su fundador Muhammad Yunus el Nobel de la Paz en 2006.

Los condicionantes

En Argentina hay impedimentos objetivos a la filantropía a gran escala, como lo es el sistema tributario con escasas permisiones para poder deducir de impuestos lo donado a obras de bien público: de nuevo, no es que los americanos sean más generosos, sino que viven en un sistema que los estimula. Conexo a esto, aquí, mediante la rigidez de la cuota legítima para los herederos necesarios y la falta de un grueso impuesto a la herencia, se desalienta la testación en favor de obras filantrópicas consolidándose el mantenimiento de grandes fortunas transgeneracionales.

Los condicionantes sistémicos siguen. Luego, hay otros culturales. Uno es el estatismo, que cree que sólo el Estado puede hacer bien público, creencia también compartida por algunos empresarios que se evidencia, por ejemplo, en la renuencia a aportar dinero a las universidades de donde saldrán sus futuros recursos humanos. Junto a esto, la desconfianza de lo privado, con la idea de que el filántropo devuelve lo que, mediante su actividad, le robó a la sociedad.

En vez de alentarlos, se los acusa. Estos dogmatismos nos impiden captar la cantidad de recursos que aspira el Estado —los que, coparticipación mediante, no vuelven totalmente al lugar de tributación—, como así también desperdiciar la experiencia de personas exitosas que pueden aportar un gran capital humano y dinerario para ayudar a los demás. ¿Cuantos más cosas haríamos si reformuláramos el sistema y, fundamentalmente, algunas ideas?. 

***
Puede verse una tesis análoga en un artículo de Bill Gates publicado en la prestigiosa revista Time. Este es el link:http://www.time.com/time/business/article/0,8599,1828069-1,00.html 
(código)

Leer Mas...

Democracia joven

La vidriera olímpica del régimen chino

CRISTIAN SALVI 

El Eco de Tandil, 10 de agosto de 2008. 

Tras la fenomenal puesta en escena para la organización de los Juegos Olímpicos, en China hay un estado policíaco violatorio de los derechos humanos que reprime toda manifestación de disenso. El régimen gobernante, como hicieron sus congéneres dictatoriales no pocas veces a lo largo de la historia, procurará aprovechar al espectáculo deportivo como instrumento de legitimación diseñando una maqueta que presente al coloso asiático como el mejor de los mundos posibles. 

Es oportuno aquí plantear dos reflexiones de las muchas que pueden hacerse. En primer lugar, cómo tras la dimensión lúdica del deporte se esconden no sólo los conocidos negocios sin cuestionamientos éticos sino también una forma de publicitación de un régimen moralmente ilegítimo: esta es la relación non sancta que suele darse entre el deporte y la política. Luego, presentar la disyuntiva ética de si las empresas —como realizadoras financieras del espectáculo— deben o no patrocinar eventos organizados por regímenes que violan derechos humanos.

Deporte y dictadura


El deporte tiene una serie de connotaciones sociales que han facilitado su uso político. Como entretenimiento de masas —recuérdese lo del “pan y circo” romano— el deporte es un efectivo vehículo de ideología por su forma simple y extendida de acceder a un universo de personas, las que pueden recibirlo sin necesidad de grandes esfuerzos para decodificar el mensaje que llega a todos, ricos y pobres, cultos e ignorantes. Genera una cohesión social sólo comparable con un estado de guerra externa; aúna, borra por un momento la heterogeneidad (racial, religiosa, clasista) de una sociedad; provoca un falso nacionalismo, como se observa cada vez que juega la selección de fútbol.

Las dictaduras, aprovechando esos efectos colaterales del deporte, siempre han querido apropiárselo para extender su control social y legitimarse, interna y externamente. Lo convierten en una forma de disciplina corporal, de adiestramiento gregario para fomentar la “mente sana”.

En los años 20’ Mussolini libró una disputa con la Iglesia para quitarle la organización de espectáculos deportivos juveniles, y su uso político del deporte llegó a su cenit con la organización del campeonato de fútbol de 1934 para mostrarle al mundo “la Italia de la disciplina, de la virtud y del orden” logrado por el fascismo y su Duce, que había “reconducido la latinidad a la gloria”. Luego, en 1936, con las olimpiadas de Berlín, el nazismo trasladó su esquema racista a los campos deportivos y nuevamente fue oportuno mostrar los beneficios del sistema anfitrión porque —al decir de Goebbels— “los Juegos Olímpicos son una ocasión de propaganda como jamás ha conocido la historia del mundo”. 

Bien conocido es el uso que la dictadura argentina le dio al Mundial de 1978. Mientras se torturaba y desaparecía gente a poca distancia del estadio mundialista, literalmente se montó un escenario para mostrar a la “Argentina maravillosa, derecha y humana”. Vaya si ese “logro fundamental del gobierno” —como se decía— no causó euforia, acrecentada por la obtención del título.

China es todo eso. Con los mismos “consejos” que imponía la Gestapo en 1936, el régimen chino enumeró una serie de temas prohibidos durante la visita de extranjeros a Beijing. No se puede hablar de política, de sexo, ni de ideologías. China, el país con más periodistas presos del mundo, es gobernada por un sistema unipartidario copiado del soviético que permanece intacto a pesar de las reformas económicas implementadas desde hace treinta años. La muestra más cabal de la supervivencia política del régimen comunista es la negación del derecho humano a expresar libremente el culto que la conciencia dicte.

¿Qué se está patrocinado? 

La cuestión ética planteada en la introducción: ¿se debe patrocinar un evento organizado por un régimen totalitario que además usa el espectáculo como propaganda para ocultar sus crímenes? Desde hace tiempo algunas empresas, con tal de ingresar al tentador mercado chino, cedieron a las condiciones del régimen, como es el caso de Google que accedió a crear un buscador especial en el cual se suprimieron “temas sensibles”, o de MSN, que se comprometió a aportarle los datos de los usuarios al gobierno. Eso es traicionar el ideal ético del capitalismo porque, la verdad, esas empresas son grandes por haberse desarrollado en contextos de tolerancia y de respeto de la diversidad que cimentaron las libertades del mercado.

Algunos “liberales”, recreando los vítores que se le hacían a las dictaduras de Onganía, de Videla y de Pinochet, absuelven al régimen por sus reformas económicas "olvidando” la falta de libertad política. Es un claro error conceptual: el capitalismo cree en el libre mercado porque ello es la expresión económica de la libertad humana, una libertad que es inescindible y que comienza ante todo por la libertad de conciencia —cuya raíz filosófica sistematizó Kant— y por la libertad política, ambas negadas por el régimen chino. Apoyar económicamente al instrumento de propaganda de una dictadura, como aceptar sus condiciones de censura para acceder a su mercado, es parcializar la libertad, y desnuda la actitud hipócrita de quienes hacen negocios aun asociados a un régimen criminal. 


Obras recomendadas:

- Juan José Sebreli, La era del fútbol, 1 ed., Buenos Aires: Debolsillo, 2005, con excelentes citas sobre sociología y filosofía del deporte. Ver especialmente los capitulos 7 y 8 titulados "Fútbol y política" y "La dictadura y el fútbol. Campeonato Mundial Argentina 1978", respectivamente.

- Sobre el apoyo de algunos "liberales" a las dictaduras argentinas de Onganía y de Videla y sus sucesores y a la chilena de Pinochet, recomiendo especialmente los trabajos de Guillermo O'Donnel, quien da una interpretación sobre la asociación entre los liberales económicos y los regímenes dictaroriales. Algún día desarrollaremos sus ideas en un artículo especial.

- Sobre la sistemación kantiana que supone que ante todo la libertad comienza por una libertad de conciencia, ver Immanuel Kant, Fundamentación para la metafísica de las costumbres, especialmente las páginas 152 a 182 (estoy citando la 3ª edición de la editorial Aguilar, Madrid 1968).





Ver informe completo de Amnistía Internacional en:

Leer Mas...

13.10.08

Democracia joven

Kirchner frente a los nuevos enemigos

CRISTIAN SALVI
El Eco de Tandil, 27 de julio de 2008

Néstor Kirchner, lo haya leído o no, fue un excelente alumno de Maquiavelo durante los cinco años al frente del poder en Argentina, por sí y por Cristina, en una sociedad política unísona. Lo del Senado fue el último estadio de su primera derrota política, y claramente ello obedeció errores estratégicos frente a sus adversarios.

Con cierto idealismo, se puede presentar —como lo hace Elisa Carrió y la gente del campo— a la derrota de los Kirchner como un “despertar moral” del pueblo, que se cansó de ciertas prácticas, o bien como la conversión ética de algunos legisladores que decidieron ponerle coto a una forma de ejercer el poder. Sin embargo, es posible que nada sea así: simplemente falló la estrategia de poder que otrora le garantizó innumerables victorias a la sociedad política Kirchner.

Desde el realismo político, inaugurado por Maquiavelo en la primera mitad del siglo XVI, analizar la política es preguntarse por estrategias y resultados, y ella, a esos efectos, aparece amoralizada, o mejor, con una ética diferente, la ética del resultado: “cuando el hecho te acuse, que el resultado te excuse”, dice el florentino en el primer volumen de los Discursos sobre la primera década de Tito Livio justificando el fratricidio cometido por Rómulo en los albores de Roma. La explicación moral —o sea, la del “despertar de un pueblo”— opera como construcción discursiva de la esperanza, sí, pero, nuevamente, podemos desencantarnos si, al fin, nada cambia, y es que en definitiva todo fue un traspié táctico de los Kirchner.

Enemigos vencibles

Sin perjuicio la concurrencia de otros factores relevantes (como la ausencia de liderazgo luego de la anomia posterior a la caída de De la Rúa y la enorme cantidad de recursos del Tesoro nacional en desmedro de los poderes territoriales inferiores) el éxito kirchnerista se fundó sobre la cuidadosa elección del enemigo de turno, al mejor estilo de aquel basamento de la construcción política según Carl Schmitt.

Era de esperar esa mecánica para compensar el escaso veintitrés por ciento de las elecciones de 2003, ya que Menem se rehusó al ballotage, lo que habría sido una oportunidad para que Kirchner lograra un más abultado respaldo electoral. Allí comenzó contra las Fuerzas Armadas literalmente desarmadas, que ni siquiera eran las que debió soportar Alfonsín. Contra la Iglesia, que por un lado no tiene el poder del 55’ y, a su vez, no parece estar dispuesta a responder provocaciones. Contra Duhalde, que había sido su poderdante y con ello el primer gran enemigo a destruir para no tener que compartir el poder. Contra empresarios y sindicalistas, cuyo resultado, en ambos casos, fue la reducción o bien la absorción. Contra la oposición atomizada, cooptable y sin liderazgos que puedan hacerle sombra. Y en el medio estuvieron las retóricas contra los enemigos externos: Estados Unidos, el ALCA, España, Alemania e Italia (ambos por los bonistas), el FMI, el Vaticano, Uruguay, Uribe, etc.

Esta lógica basada en la “contra” fue exitosa. La creación del enemigo sabido de antemano destruible, sea justo ello o no, es una estrategia usada por doquier en la historia política que genera una legitimación sin igual, máxime cuando, como bien denota la retórica kirchnerista, el adversario es identificable con el enemigo ya no del propio político, sino del mismísimo pueblo: “hasta hay quienes afirman que un príncipe hábil debe fomentar con astucia ciertas resistencias para que, al aplastarlas, se acreciente su gloria”, aconseja Maquiavelo en El Príncipe.

Próximas batallas

Luego de la batalla perdida contra el campo, al Gobierno le espera una verdadera guerra contra algunos medios por la nueva ley de radiodifusión. Ambos enemigos, aun distintos entre sí, son sustancialmente más poderosos que los anteriores vencidos porque no son susceptibles de identificar como enemigos sociales.

El campo convoca gente; los medios, hacen de intermediarios con la gente. Ambos concitan grandes adhesiones sociales, aun cuando ellas respondan a fenómenos no totalmente reales: en el caso del campo, la resolución 125 también perjudicaba a popes que necesitaron de un De Angeli como pantalla; y respecto a los medios, la vidriera tras la cual se esconderá el poder mediático será el eslogan de la libertad de prensa. Todo es discursivo.

De modo que la estrategia kirchnerista será exitosa o no de acuerdo a cómo pueda encasillar al enemigo, que ahora resiste más que los anteriores. En todos los casos se trata de un poder simbólico, representativo de algo, más que de la talla real del adversario. Ejemplo: en términos reales, Clarín es más poderoso que De Ángeli, pero me atrevo a decir que nadie saldría a la calle a protestar por el multimedios como cuando se detuvo al chacarero entrerriano. Y ello fue lo definitorio: De Angeli y los del campo pudieron impermeabilizar a la opinión pública de la estrategia oficial de ser identificados como enemigos del pueblo, a pesar de ser ese el recurso usado por Kirchner hasta las vísperas de la votación en el Senado. ¿Los medios podrán? Veremos, ahora nos queda asistir a un nuevo escenario beligerante y ver como los colosos enfilan hacia el campo de batalla: el ganador será el que mejor construya la imagen de su adversario

Leer Mas...