29.11.09

Democracia joven

Castells y el "pueblo"

CRISTIAN SALVI

El Eco de Tandil, 29 de noviembre de 2009

Ver desde la web del diario

La semana que pasó dio muestras que lo de la crispación social lejos está de ser un mero invento mediático, como dice el Gobierno. Los movimientos que protagonizan los reclamos callejeros son, ciertamente, una de las causas de la crispación, pero también su efecto: es el tiempo en que Raúl Castells y sus tantos símiles vuelven a tener protagonismo por un efecto dominó.

Contra la vieja postura de no criminalizar la protesta, el Gobierno ordenó a la policía intervenir y hasta formuló una denuncia penal por coacciones agravadas contra el dirigente piquetero Juan Carlos Alderete, de la Corrientes Clasista y Combativa (CCC), quien advirtió de un masivo corte de calles en distintas ciudades para la semana entrante. De todas formas, les resultará difícil justificar su cambio de posición porque no se avizora novedad alguna respecto a la metodología de protesta de los últimos siete años, salvo, claro, que ahora se dirigen directamente contra los Kirchner, pidiéndoles incluso la renuncia, como hizo Raúl Castells.

El aludido efecto dominó no tiene origen en el aumento del desempleo, la pobreza o cualquier otro índice económico negativo, sino que nace del hecho político de que los Kirchner perdieron las elecciones. Esa pérdida de legitimidad -que nunca es tal porque el mandato de Cristina termina en 2011- anima a los llamados movimientos “sociales” a aumentar sus reclamos bajo amenaza de protesta, entendiendo que no existe una base ciudadana que los objete porque la desaprobación a los Kirchner reúne a alrededor del ochenta por cierto de los votantes, según algunas encuestas no del todo validadas.

Quien se posicione en un férreo antikirchnerismo puede que, aun reconociendo la irrazonabilidad de esos métodos de protesta, sienta alegría convencido de que al fin es un escarmiento para un Gobierno que todavía hoy avala y financia a grupos de similares características a los que denuncia como “desestabilizadores”. Algo parecido sucede con el embate de los Kirchner contra la prensa: algunos por lo bajo celebran que los medios que callaron la corrupción oficial y los atropellos del kirchnerismo contra sus adversarios de turno, hoy padezcan esos mismos abusos, pues deberían aprender la lección de que a la larga esas prácticas de poder, silenciadas cuando afectaban a otros, se les vendrían en contra.


¿Movimientos “sociales” o “políticos”?.
(código)
Cuando días atrás Raúl Castells lanzó su candidatura presidencial pidiendo elecciones anticipadas y la renuncia de Cristina, exteriorizó una finalidad netamente “política”. Es cierto que, como actores políticos que son, en el asistencialismo que llevan a cabo también expresan una finalidad política, pero esa expresión de Castells lo es en el estricto sentido de búsqueda del poder, de alcanzar el gobierno. En mayor o menor medida, todas esas organizaciones tienen un objetivo análogo: quieren ser gobierno.

La consideración de su verdadera naturaleza es esencial para demarcar sus límites. Buscar acceder a los estamentos gubernamentales, es un fin legítimo, sin duda alguna. Lo ilegítimo es el medio, porque a tres meses de las elecciones, quien se presentó y sacó ínfimos porcentajes, sin lograr la finalidad que motivó su postulación, no puede llamar a elecciones nuevamente y pedir la renuncia a gobiernos en curso.

Acá viene el nudo de la cuestión. Castells y casi todos los partidos de izquierda que deslegitiman discursivamente a la democracia, sin embargo, se presentan a elecciones y porque perdieron se inclinan por vías oblicuas. Esa incoherencia, por ejemplo, no se le puede endilgar a Quebracho, una organización directamente encaminada a destruir el actual sistema democrático, pero en el cual sus miembros no participan presentándose a elecciones que luego deslegitimarán si resultan vencidos.

Ciertamente que el sistema democrático no le garantiza las mismas posibilidades a Vilma Ripoll y a Luis Zamora que a De Narváez y a los Kirchner, quienes, el primero con patrimonio propio y los segundos con el dinero público y las “donaciones” en valijas, pueden solventar una estructura que inevitablemente se traducirá en un mayor caudal de votos. Es cierto también que no siempre la cantidad de votos es proporcional a la valía de los candidatos, justamente porque las costosas estructuras usan el marketing y la publicidad política para “vender” imágenes no siempre reales. Pero ese defecto no nos es propio, sino que, por el contrario, resulta todavía más pronunciado en la democracia norteamericana, considerada por muchos como el máximo de los ideales.

Ese defecto prácticamente irresoluble les deja dos alternativas: la intransigencia de grupos como Quebracho, no exentos de severas críticas (aunque no por incoherentes), o bien aceptar los resultados de las elecciones a las que sus objetores se presentaron y perdieron. Para ello, no hace falta otra cosa que recordarles el olvidado párrafo de la Constitución que, en su siglo y medio de vigencia, tacha de “sedición” a los que se arrogan representaciones por fuera de la democracia formal, la única forma, al fin, de saber que piensa el “pueblo” tantas veces invocado por quienes, paradójicamente, nunca lograron su adhesión en las urnas..
(código)

Leer Mas...

22.11.09

Democracia joven

La polémica del "matrimonio gay"

CRISTIAN SALVI

El Eco de Tandil, 22 de noviembre de 2009

Ver desde la web del diario

Días a atrás, una jueza en lo Contencioso-Administrativo de la ciudad de Buenos Aires hizo lugar a un amparo presentado por una pareja homosexual y declaró inconstitucional las normas del Código Civil que prevén la diversidad de sexos para contraer matrimonio. Mauricio Macri, en representación de la ciudad de Buenos Aires, bajo diversas razones ensayadas dijo que no apelaría la decisión, de forma que el fallo quedará firme en beneficio de los dos amparistas, que ya sacaron turno en el Registro Civil para contraer matrimonio en el mes de diciembre.

El fallo se da en el contexto de un proyecto de ley en Diputados, finalmente no tratado por falta del quórum del oficialismo y otros grupos, entre los que llamativamente se encontraba el macrismo.

La agenda mediática de las últimas semanas estuvo ocupada por las protestas callejeras y los hechos de inseguridad. De allí que el tema referente a la unión de parejas del mismo sexo no haya tenido la cobertura que, por ejemplo, sí se le dio a la discusión del divorcio a mediados de los 80’, aun cuando, de tener curso el matrimonio homosexual, la mutación al modelo de familia sería más pronunciada que la de aquel entonces.

René Descartes, al escribir las Meditaciones Metafísicas, texto fundacional de la modernidad filosófica, comenzó señalando que desde hacía tiempo había admitido como verdaderas muchas opiniones falsas, razón por la cual —dijo— “me he visto forzado tratar formalmente, una vez en la vida, de deshacerme de todas las opiniones que antes admitiera, y comenzar desde los fundamentos todo otra vez”. Tratando de emular esa postura desprendida de preconceptos, procuraremos, de forma sintética, desanudar la controversia que, al fin, dependerá de qué entendemos por “matrimonio civil”.

La construcción del concepto
.
(código)
Los opositores al “matrimonio homosexual” —entre los que están la mayoría de los juristas dedicados al derecho de familia— fundan su objeción en que, para que haya matrimonio, este debe contener, entre otros caracteres, la diversidad de sexos, o sea, debe ser entre un hombre y una mujer. La cuestión, sin embargo, radica en qué se basan para sustentar esa caracterización. Descontando que ello no puede surgir del derecho escrito —porque lo que está en discusión es si reformar o no la ley—, resulta que esa definición tiene dos orígenes. El primero y más fundamental es la idea bíblica del matrimonio que, desde el Génesis hasta los Evangelios, se presenta como institución fundada por Dios entre cuyas notas están la diversidad de sexos y la indisolubilidad.

A su vez, la otra dimensión desde la cual se funda la oposición es un derivado de ésta, porque la influencia judeocristiana en la civilización occidental ha sido —y es— tal que aquella concepción del matrimonio se arraigó en la cultura a punto que todas las legislaciones, en más o en menos, siguieron ese modelo para reglamentar la unión matrimonial.

Ahora bien, la propia idea de “cultura” ya da cuenta de su volubilidad. Por eso, se procura emparentar lo “cultural” con lo “natural”, cuya conclusión es, si la unión homosexual es antinatural, pues bien, el derecho —reglamentario de la cultura— no puede adoptarlo como institución. Este razonamiento no explica muchas cosas. Primero, qué es lo “natural” y la conexión de esto con el comportamiento humano. Pasaba en la discusión del divorcio cuando se aducía que la indisolubilidad era connatural al matrimonio. Sin embargo, la recurrente remisión al orden natural no explicaba siquiera la monogamia, porque, aun cuando ya resulta de por sí objetable considerar el comportamiento animal para establecer pautas humanas, resulta que ninguna especie es monógama y, menos aun, tiene una sola pareja en su curso de vida. De lo cual, hay un efecto búmeran: de responder a ese orden, el instituto del matrimonio directamente no debería existir. Por otra parte, suele apuntarse que los homosexuales no pueden reproducirse, pero ese razonamiento vedaría el matrimonio a las personas estériles, así que no es concluyente.

Desde el citado razonamiento de Descartes, apartándonos de toda idea previa, tenemos que no hay nada que defina de antemano qué es el matrimonio “civil”. La prueba más acabada es que a lo largo del tiempo se lo ha regulado de diversas formas, que van desde la monogamia indisoluble —como tuvo Argentina hasta 1987 en un tipología análoga a la legislada por el Código Canónico— hasta la poliandria (matrimonio entre una mujer y varios hombres) y la poligamia (un hombre con varias mujeres).

Decir no existe algo previo que defina al matrimonio “civil” no es necesariamente abrir juicio sobre la inexistencia de un matrimonio “no-civil”, o sea, sobrenatural, en su caso instaurado por Dios. Se trata simplemente de decir que el matrimonio civil, producto de la civilización o cultura, es una forma jurídica más de entre todas las diseñadas por la política legislativa de un determinado país en vista a lo que su sociedad democrática decide.

El realismo filosófico del gran Santo Tomás de Aquino supo distinguir, dentro del mismo pensamiento católico, entre una serie de verdades solo asequibles por la fe de las que, aun siendo partes de aquellas, eran aprehensibles por todos los hombres, tengan fe o no. El matrimonio entre sexos diversos forma parte, en todo caso, de una verdad de fe, pero no es un axioma que todo ser humano ha de compartir como sí lo es, por ejemplo, el quinto mandamiento —también de origen bíblico— que preceptúa “No matar”. Cada estado puede reglar el matrimonio como lo crea conveniente la sociedad que de él forma parte, del mismo modo que se reglamentan las demás instituciones de la vida civil, sin que se confundan esos dos órdenes que hoy, además, ya aparecen bifurcados en tanto una persona casada en segundas nupcias tiene un emplazamiento matrimonial para el orden civil (segundo matrimonio) mientras que para la legislación eclesiástica —y el orden natural que ésta dice albergar— teóricamente sigue vigente la primera de las uniones, indisoluble para esa postura..

(código)

Leer Mas...

8.11.09

Democracia joven

Reforma política y bipartidismo

CRISTIAN SALVI

El Eco de Tandil, 8 de noviembre de 2009

Ver desde la web del diario

Uno de los aspectos del proyecto de reforma política del Gobierno que ha sido objeto de crítica es el atinente al aumento de los requisitos para lograr o mantener la personería jurídica de los partidos políticos, que, en lo más importante, exige contar con la afiliación de un número de electores no inferior al cinco por mil del total de los inscriptos en el registro electoral del distrito correspondiente.

El objetivo de la norma propuesta es erradicar la fragmentación del escenario político argentino que explotó en 2001. Sus detractores, sin embargo, sostienen que la medida favorecería a los grandes partidos, obstaculizando el nacimiento de nuevas fuerzas alternativas. Los más osados creen que restauraría el bipartidismo que consideran otrora existente y hasta relacionan eso con un hipotético “Pacto de Olivos 2”, o sea, con un acuerdo entre el PJ en manos de Kirchner y el radicalismo, emulando al de Menem y Alfonsín para reformar la Constitución en 1994.

Partidos e identidades.
(código)
El mayor termómetro en apoyo al diagnóstico de suma fragmentación es el cotejo de la composición de la Cámara de Diputados —símbolo de la pluralidad representativa— con sus equivalentes de otros países. En nuestra Cámara hay 257 diputados repartidos en 48 bloques, lo que hace a un promedio unos cinco congresales por bloque, cifra profundamente agravada si se considera que el Frente por la Victoria tiene unos 111 miembros, con lo cual la proporción no-oficialista es de apenas tres legisladores por bloque. La antítesis de este escenario aparece en la Cámara de Representantes de Estados Unidos, compuesta por 435 legisladores que se reparten entre 257 demócratas y 178 republicanos. En España, por ejemplo, que tiene una clara inclinación bipartidista, la Legislatura está compuesta por seis bloques, pero entre el PSOE y el PP se reúnen a 321 de los 350 miembros, mientras que los otros cuatro bloques son expresiones políticas regionales, equivalente a lo que en Argentina ocurre con el Movimiento Popular Neuquino, que aun ganando siempre en esa provincia nunca tuvo incidencia fuera de allí.

La composición parlamentaria española se parece a la vigente en Argentina entre 1983 y 2001, caracterizada por dos grandes sectores más o menos institucionalizados en partidos que absorbían alrededor de dos tercios de la representación, mientras que el resto se repartía entre no más de cinco expresiones minoritarias, algunas de las cuales, además, se emparentaban con las mayoritarias y solo permanecían separadas por razones históricas (como citado caso neuquino, fundado por dirigentes locales cuando el peronismo fue proscripto, siendo por ello una suerte de “peronismo provincial”).

El fenómeno surgido de 2001 se aproxima más a la actuación inorgánica que a la renovación de nuevas corrientes en sí y, en rigor de verdad, eso fue una constante histórica aun cuando nunca había desenlazado en una atomización tan pronunciada. Si se analiza en profundidad, durante todo el siglo XX, no todos los “radicales” estuvieron en la UCR, como tampoco los “peronistas” en el PJ.

Aun en el actual escenario de fragmentación, la gran mayoría de los actores políticos se sigue reivindicando como parte de alguna de las dos grandes corrientes históricas que terminaron de perfilarse hacia mediados de siglo XX cuando surgió el peronismo. Lo que ha sucedido en esos casos es que los actores emigraron de los partidos que oficialmente contenían a esas corrientes (PJ y UCR) para fundar uno nuevo, tan dependientes de sí que su suerte política es la garantía de supervivencia de las estructuras fundadas. A la postre, cuando esas nuevos partidos perecen, sus integrantes suelen volver a los partidos originarios.

Por su parte, los sectores no emparentados con esas dos grandes tradiciones, además de padecer esa misma dependencia de su líder-fundador, para lograr acceder a estamentos gubernamentales debieron incorporar —o incorporarse, como el caso de la UCDé— a sectores pertenecientes a aquellos grupos mayoritarios.

En suma, podemos decir que, aun cuando el escenario es harto fragmentado, se mantiene, a nivel dirigencial, una constante dada por la pertenencia a alguna de las dos grandes tradiciones (peronismo y radicalismo) y luego diversos grupos que, en su dimensión “pura”, son minoritarios, pero que, para lograr ganar elecciones, compensan esa circunstancia incorporando porciones de los primeros. La comprobación empírica más clara de todo ello finca en que, de los diez posibles presidenciables para 2011, ocho se identifican con esas corrientes tradicionales (Kirchner, Cristina, Duhalde, Solá, Reutemann y Alberto Rodríguez Saá, por una lado; y Cobos y Carrió, por otro), mientras que solo dos (Macri y Binner) no, pero, aun así, en los gobiernos que hoy ejercen han incorporando a peronistas o radicales.

Dos conclusiones

Todo lo dicho permite concluir que si el bipartidismo no fue tal —aun cuando sí hubo dos grandes corrientes— mal podría restaurarse. A su vez, tampoco resulta verosímil que la reforma obstaculice el nacimiento de nuevas fuerzas ya que la proporción exigida no resulta descabellada, de forma tal que en rigor la caducidad de personería sólo afectará a partidos realmente insignificantes, no haciendo otra cosa que declarar esa inexistencia material de los “partidos fantasma”.

Ahora bien, puede que la norma no logre el fin propuesto porque el grueso de la fragmentación no surge de la etapa electoral —o preelectoral— sino básicamente de la migración de los actores conocida como “borocotización” (transfuguismo político), comportamiento, además, coherente con esa postura “inorgánica” antes mencionada. Lo que queda, de todos modos, es la sanción propia del votante ya que hay una diferencia fundamental entre la fragmentación preelectoral y la postelectoral: en esta última, el tránsfuga, al migrar viola el “contrato político” con su elector, el cual debería hacer escarmentar la defraudación sufrida..
(código)

Leer Mas...