15.3.09

Democracia joven

La oposición, entre el trigo y la cizaña

CRISTIAN SALVI

El Eco de Tandil, 15 de marzo de 2009

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La semana pasada, en Hora Clave, Mariano Grondona y Elisa Carrió discrepaban ante el siguiente planteo: ¿Es legítimo que “todos” puedan integrar una coalición que pretenda emplazarse como alternativa al kirchnerismo? Carrió señalaba la necesidad de distinguir entre los opositores auténticos y los oportunistas, o sea, discriminar entre los actores políticos que han combatido al esquema de poder que encarna el oficialismo y aquellos que fueron parte de él pero ahora cambian de bandera a sabiendas de su declive, siendo su única intención no hundirse con el barco. Solamente los primeros serían la alternancia “legítima”. Grondona, en cambio, advertía que sólo mediante la unión de todo el arco opositor era posible evitar que el kirchnerismo, aun como primera minoría, gane las próximas elecciones.

Medios y fines.
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El debate tiene aristas por demás interesantes. El núcleo que plantea la disyuntiva es si el fin justifica los medios. El “fin” consiste en evitar que el kirchnerismo gane y con eso asegurar su derrota definitiva en 2011. Por “medios”, en este caso, pueden entenderse dos cosas: por un lado, las prácticas, y así, por ejemplo, ¿es justo combatir el clientelismo oficial con más clientelismo dado que lo que se necesitan son votos y la realidad muestra que la persuasión racional no penetra en ciertos nichos sociales? Considerando que hay gente a quien parece no bastarle la intensidad de la corrupción oficial, ¿es razonable exacerbar los defectos —aun mintiendo— para procurar la reacción ciudadana? Si el kirchnerismo financia sus costosas campañas con dinero publico cuando no por ilícitos como la valija de Antonini Wilson o las “contribuciones” de droguerías emparentadas con el narcotráfico, ¿puede por ello la oposición juntar dinero como sea?

Lo otro que se entiende por medios son los aliados. De allí la pregunta acerca de si la alternativa al kirchnerismo la puede encarnar quien llegó a la vicepresidencia siendo parte de un proyecto ya por aquel entonces viciado (Cobos); o quien  encabezó la lista a diputados por Buenos Aires en la pasada elección (Solá), o quien ejecutó las principales políticas de Kirchner (Alberto Fernández); o quien aun hoy preside un bloque de concejales del Frente por la Victoria, para tomar un caso local. Muchos de ellos ahora señalan defectos que no podían ignorar al tiempo en que formaron parte del oficialismo. El “yo no sabía” acá no vale. Con ese criterio, Moreno, Jaime y De Vido, de renunciar, también podrían ser consideraros nuevos conversos absueltos de culpa.

Del pragmatismo al cinismo

Debe haber límites para la integración de la alternativa. Eso es seguro. No lo es, empero, establecer el parámetro para precisarlo.

¿El límite es haber “pertenecido” al kirchnerismo? Esta es la postura más radical que entiende que solo mediante la erradicación de lo viejo se puede edificar lo nuevo. Si quien lo dice es Carrió, tiene razón de hacerlo porque mantuvo una postura coherente en su carrera política. Pero el problema que trae aparejada esta postura es que, aun siendo éticamente irreprochable, en los hechos puede no lograr más que la conformación de una minoría puramente testimonial que jamás derrote al kirchnerismo y sus congéneres. Hay otra dificultad más en esta apreciación que es lo siguiente: la mayoría de los votantes de alguna manera también perteneció al kirchnerismo al haberlo avalado con el voto en 2005 y 2007. Con lo cual, si se absuelve a un colectivo tenido por equivocado, por qué no hacerlo con los que fueron parte.

El límite parece ser otro, menos general como la mera pertenencia y más enfocado a las actitudes de cada cual. Cobos, por ejemplo, al objetar el poder oficial todavía intacto que ejercía sobre él presiones de todo tipo, mostró una actitud ética distinta a la de quienes recién esperaron a irse del kirchnerismo cuando, especulación mediante, tuvieron confirmado que la opinión pública había cambiado de dirección.

Más aun, es posible que ese límite hoy no sea totalmente nítido. Recuérdese la parábola evangélica del trigo y la cizaña. Un hombre había sembrado trigo en su campo, pero mientras todos dormían su enemigo sembró cizaña en el mismo predio. Cuando comenzó a crecer el trigo y florecieron las espigas, también apareció la cizaña. Los peones, sorprendidos, preguntaron si debían arrancar la cizaña. El dueño les contestó que no, porque corría  peligro de que también arranquen el trigo, dado que todavía, por el grado de florecimiento, era difícil saber exactamente cuál era la hierba mala que se había criado en los sembrados: “Dejen que crezcan juntos hasta la cosecha, y entonces diré a los cosechadores: arranquen primero la cizaña y átenla en manojos para quemarla, y luego recojan el trigo en mi granero”.

El primer contraste es entre el trigo y la cizaña, entre lo bueno y lo malo, que puede ser sembrado en el mismo campo: esos pares están presentes tanto en la oposición como en el kirchnerismo, que también logró adhesiones de buena fe. La faena es poder saber cuales son. Allí aparece el segundo contraste: el tiempo presente y el tiempo de la cosecha. Es posible que de aquí a las próximas elecciones todavía estemos en ciernes para hacer la separación entre lo bueno y lo malo. Así las cosas, el mayor de los desafíos que tienen los grupos políticos genuinos es evitar que, por convivir con la cizaña sin poder arrancarla hasta que aflore totalmente, ésta no termine por contaminarlos arruinándoles el capital político que han conseguido hasta hoy. Macri y Carrió, que son los dos líderes de la oposición, tienen ese problema: necesitan ampliar sus espacios, pero corren el riesgo de caer en un pragmatismo tan laxo que termine dinamitando su credibilidad, con la paradoja de que, aun cuando sus espacios crezcan, sin embargo el caudal electoral se vea disminuido porque quienes los votaron se sienten defraudados.  Sus votantes entienden que la tolerancia de la cizaña supone que no se la puede arrancar porque está confundida con el trigo, pero, cuando esa condición no se da, exigen que sea arrancada sin más, porque sino el pragmatismo puede degenerar en cinismo.

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