13.6.08

Democracia joven

Bernardo Neustadt, el que ayudó a pensar

CRISTIAN SALVI
El Eco de Tandil, 15 de Junio de 2008

Se fue el periodista más influyente de la historia del periodismo argentino. ¿Polémico? Si, tanto como talentoso e innovador, un periodista que fundó una escuela, creando y recreando formatos. Como nadie, logró ser exitoso en la gráfica, en la radio —mentor de los actuales programas de la “primera mañana” donde, partir de él, la política domina la escena— y en la televisión, cuyo su superclásico Tiempo Nuevo hizo por tres décadas debatir al país teniendo tanto rating como Tinelli hoy, aunque algo más pensante. Orador estupendo, con un carisma extraordinario, el nombre de Bernardo Neustadt quedará asociado indefectiblemente a la innovación periodística.

Setenta años de periodismo
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Quiso ser periodista a los 13 años, y lo fue por 70. Jorge Fernández Díaz en “Bernardo Neustadt, el hombre que se inventó a si mismo” narra la noche en que Bernardo, frente a su padre, debió decidir entre ser periodista o seguir viviendo en su casa: “—Usted no necesita trabajar. Y menos en periodismo, que es pura bohemia. A mí me alcanza con que estudie. —Pero puedo hacer las dos cosas… Trató de ser más persuasivo que nunca, intuyó que no serviría de nada. —Va a tener que elegir: o vive en su casa o trabaja en ese diario. Parpadeó sin entender, intentó el último de sus recursos. —¿No puedo contestar mañana?No, me tiene que contestar ahora. Era como optar entre las brasas y el fuego. —Yo quiero hacer periodismo, papá. Entiéndame, por favor. (…) —Lo entiendo. Prepare sus cosas y mándese a mudar. Ya mismo”.
Así, en el diario El Mundo cubriendo partidos de fútbol, comenzaba su vocación periodística que se extendería por siete décadas. Lo demás es harto conocido: una carrera sin precedentes. Murió justo el día del periodista.
En los últimos años escribía en Ámbito Financiero y en su blog. Estaba enconado con los Kirchner. Mantenía sus ironías: “Los Kirchner hablan de austeridad y usan los aviones como remises, hasta para hacer mandados. Néstor usa una lapicera Bic y gasta 3 mil dólares por día para ir a dormir la siesta a Olivos en helicóptero. Y la señora, que usa Rolex y carteras Louis Vuitton, gastó 100 mil dólares por día en su gira por el exterior como Primera Dama. ¿Y los pobres?”. En su última columna escribió: “Con una «PresidenTA ausente», que en cada conflicto, al día siguiente viaja a Madrid, a París, y ahora a Roma y tal vez está de duelo porque murió Yves Saint Laurent. ¿Doña Rosa, no conoce algún diseñador de materia gris para recomendar?”. Impecable.
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Fundador de una escuela
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Lo digan o no, desde Mariano Grondona, Rolando Hanglin, Carlos Ulanovsky, Rodolfo Terragno, Pepe Eliaschev, Pinky, Clara Mariño, Daniel Hadad y Marcelo Longobardi, hasta Miguel Bonasso y Horacio Verbitsky, como decenas de periodistas más, pasaron por su escuela. Las críticas, algunas justas y otras de envida —porque en Argentina el exitoso suele ser un hereje—, son algo natural para quien llega a su nivel: un proverbio dice que a los clavos que asoman la cabeza, es más fácil que les pegue el golpe del martillazo. De los mediocres nadie habla, ni para bien ni para mal.
Se le criticó su relación con el poder, especialmente con el gobierno de Carlos Menem (que ganó más una elección, y no era Neustadt el único que votaba). Su mayor error —según él mismo reconoció— fue acercarse demasiado a un gobierno que predicó un liberalismo económico que no era tal, un gobierno que a pesar de las reformas era populista. Pero no se escuchan críticas a los periodistas Horacio Verbitsky y Miguel Bonasso, por ejemplo, que ofician prácticamente de asesores de los Kirchner y que no condenaron jamás la dictadura cincuentenaria de Fidel Castro. Recordémoslo: el primero es columnista del boletín oficial Página/12, y el segundo directamente es diputado alineado al oficialismo. Es como que si alguien es de izquierda, tiene inmunidad diga lo que diga; pero si es de derecha, está condenado. Algo similar que con Bernardo pasa con Mariano Grondona, cuando objetivamente es el periodista con más caudal intelectual por lejos, superando con creces a sus detractores. Es el país del maniqueísmo.
Las relaciones entre el periodismo y el poder son todo un tema, es cierto, como la de los intelectuales y la política. Pero hubo gente que apoyó cosas peores y nadie podrá empero cuestionar su talento. Maquiavelo escribió con admiración al papa Alejandro VI y a su hijo César Borgia, y Hegel lo hizo para Federico de Prusia, que lo protegía. A Heidegger no se le perdona su rectorado en Friburgo y su supuesta filiación con el régimen nazi. Althusser y Sartre vitorearon el comunismo soviético. Borges pensaba que la democracia es un abuso de las estadísticas. ¡Pero quien puede dudar del genio de todos ellos! Se puede admirar a alguien sin coincidir con sus ideas, y eso es una actitud de grandeza a la vez que de realismo porque nadie es blanco o negro, totalmente angélico o totalmente demoníaco, todos somos humanos, somos grises, con luces y sombras.
Bernardo Neustadt quiso que en su epitafio rezara la frase: “Aquí yace un periodista que ayudó a pensar”. Puede descasar tranquilo porque lo logró, coincidamos o no con él. Y que nos haya hecho pensar —aunque sea para refutarlo— hace que merezca nuestro reconocimiento.