Sectarismo político (constante histórica) CRISTIAN SALVI El Eco de Tandil, 21 de noviembre de 2010
Es probable que el kirchnerismo altere su fisonomía. Recordemos que ya sufrió una importante modificación cuando Kirchner dejó atrás la llamada transversalidad para recostarse sobre el aparato del PJ, teniendo ello como resultado el éxodo de unos cuantos actores políticos de centro-izquierda que integraban el espacio. Y también es probable que en la posteridad el kirchnerismo desaparezca, sin que esto implique que su capital político y su legado en general desparezcan. Simplemente significa que la política argentina seguirá por mucho tiempo conservando dos grandes núcleos históricos en el peronismo y el radicalismo, siendo todo lo demás facciones de esos conjuntos principales, por cierto, bastante difusos y heterogéneos para poder concentrar en sí expresiones tan disímiles.
Sin embargo, por lo pronto el kirchnerismo se mantiene intacto. No hubo desmembración alguna. Más aun, hasta las que se conjeturaban previo a la muerte Kirchner han desaparecido, como es el caso de Daniel Scioli.
Por el contrario, ha sido en la oposición donde comenzaron a aflorar las fisuras preexistentes y hasta allí disimuladas. Reutemann se fue de la mesa de conducción del peronismo federal. Solá no descartó abandonar ese espacio. En el bloque de diputados del PRO se puso en crisis el liderazgo de Federico Pinedo al punto tal de que Macri debió intervenir para evitar una eventual fractura. En el radicalismo, la disputa interna desatada por la conducción del bloque en Diputados y trasladada luego al Senado terminó en remociones con acusaciones de “golpismo”. Con acusaciones cruzadas de fraude y clientelismo, la lógica de ruptura llegó también a la CTA que aun no pudo resolver la elección de autoridades y se encamina hacia una división por no aceptar los sectores en disputa que su respectivo adversario resulte legitimado para conducir la central sindical.
El sectarismo es un mal endémico de la política argentina. Existe una tenencia infinita a la atomización. En el plano formal de la política, dicha característica se comprueba por diversos indicadores que en Argentina aparecen como extraordinarios respecto a otros países, tales como cantidad de partidos políticos inscriptos y en competencia electoral, número de candidatos presidenciales y composición de las Cámaras del Congreso que, por tener ambas integración proporcional, receptan la diversidad electoral. El mayor síntoma de éste último indicador es la cantidad de monobloques que tiene el Congreso. Es la mayor muestra que lo difícil que es en la política argentina acordar lo mínimo y básico para al menos formar un bloque parlamentario.
Una respuesta posible a la atomización parlamentaria es la nunca bien definida crisis de los partidos políticos. Es probable. El hecho de que, por ejemplo, en el Congreso de los Estados Unidos más del noventa por cierto de los integrantes de las dos cámaras sean republicanos o demócratas no responde sino a la solidez que en ese país tienen los partidos políticos, característica ausente en nuestro país. De todos modos, nuestra cultura política históricamente ha sido facciosa, por lo cual, o se sostiene que la crisis de los partidos políticos tiene una incidencia menor a la que se cree, o esa crisis viene desde nuestros origines. Más todavía, los dos núcleos principales de la política argentina son el producto de desmembraciones de otros grupos o partidos políticos: el radicalismo, desprendido de la Unión Cívica en 1891, y el peronismo, cuya primera expresión partidaria —antes de fundarse el Partido Peronista— fue una Junta de Coordinación formada por sectores provenientes del laborismo, el radicalismo y otros grupos diversos.
En ese escenario de instituciones débiles, lo único que existen son personas, líderes, y así se multiplican los “ismos”. Tomemos nuevamente el caso de los dos grupos principales. ¿Cuántos “ismos” hoy alberga la oposición? Decenas. La atomización —y el ego— es tan grande que hasta dirigentes barriales tienen sus “ismos”.
La única confluencia existente en la oposición es una liga de “ismos”. El peronismo federal es un autentico rejunte y lo más probable es que no logren acordar un único candidato. Aun cuando la actual ley electoral tiende a desalentarlo, se repetirá la multiplicidad de candidatos peronistas como en las elecciones de 2003. Prefieren ser primeros en una aldea, que segundos en Roma, según la frase atribuida a Julio César. Y el resultado es claro: la atomización les impedirá un caudal electoral para vencer al kirchnerismo que hoy es la primera minoría. Ese síntoma de división contra sus propios intereses y expectativas de ser gobierno que sufre el peronismo no kirchnerista a nivel nacional, tiene su perfecta réplica acá en Tandil.
El radicalismo, por su parte, tiene más sentido orgánico y suele resolver sus internas de forma institucional. Sin embargo, no puede desatenderse el precedente de Cobos ni tampoco la cantidad de radicales que militan en otros espacios, como Carrió, Stolbizer y el grupo que alguna vez siguió a López Murphy en su partida. O sea, el radicalismo —tal como sucedió en todo el siglo XX— no ha estado exento de desmembraciones y las mismas pueden reiterarse en tanto todavía no es seguro que el candidato presidencial que resulte de la interna reciba el apoyo de todas las líneas internas.