Tregua en la CGT CRISTIAN SALVI El Eco de Tandil, 26 de julio de 2009 Esta semana la CGT estuvo al borde del quiebre. Algunos jefes sindicales de los gremios más importantes y numerosos —conocidos como los “Gordos”, en alusión a su peso político— amenazaron a Hugo Moyano con abandonar la mesa directiva de la central obrera expresando su disconformidad con el estilo personalista que éste le imprime a su conducción. Moyano, para evitar una desmembración como la que él provocó en los ’90, pidió disculpas y los díscolos le dieron una tregua. La tregua, a diferencia del armisticio, supone que el cese del conflicto es sólo por tiempo determinado. O sea, no extingue las disputas, que en la CGT permanecen intactas. Las acusaciones de personalismo son poco felices en miras de quienes las formulan. Las cabezas de la rebelión contra Moyano son, paradójicamente, la perfecta materialización de las conducciones verticalistas que han socavado la renovación dirigencial en el gremialismo argentino: Armando Cavalieri lleva dos décadas al frente de los Empleados de Comercio; Oscar Lescano, 26 años dirigiendo el Sindicato de Luz y Fuerza; también superan las dos décadas Gerardo Martínez en el gremio de la construcción y Andrés Rodríguez en la Unión del Personal Civil de la Nación. Como no podía ser de otra manera, la nomina de los dirigentes sine die es integrada también por Luís Barrionuevo, quien fue el primero en mostrar disconformidad con Moyano cuando emigró de la CGT para fundar la homónima “Azul y Blanca”. Ninguno de los objetores está motivado en democratizar a la Central de Trabajadores. En todo caso, lo que pretenden “democratizar” es el manejo del poder político y económico hoy en manos de Hugo Moyano y de su familia. Aunque muy lejos de los intereses de los trabajadores corrientes, son esos dos aspectos los que originan las disputas gremiales. Días atrás el diario Perfil publicó que durante el último año, Hugo Moyano, a través de la CGT y del gremio de camioneros, recibió del Estado la suma de 2.520 millones pesos en concepto de subsidios y otros aportes equivalentes. Vaya si esa suma inmensísima no despierta interés. Karl Marx había vaticinado que el capitalismo, aunque no fuera vencido por la rebelión obrera, empero perecería porque llevaba en si mismo el germen de su propia destrucción. O sea, serían los propios agentes beneficiarios del capitalismo quienes, por no poder controlar la ambición que a su vez hace funcionar al sistema, terminarían destruyendo lo que les asegura su posición dominante. De modo análogo, podríamos hipotizar que la solución contra esa indeseada burocracia sindical salga de ella misma y de las contradicciones internas provocadas por la práctica crematística de sus agentes. Una suerte de desenlace “homeopático”: lo que envenenó al sistema proveerá también la solución al hacerlo eclosionar para la definitiva sustitución del actual paradigma sindical con más de seis décadas de vigencia. Sin dudas, la reforma política patrocinada por el Gobierno también debería alcanzar a las estructuras gremiales. En rigor de verdad, el sindicalismo llamémosle tradicional de nuestro país, repitiendo lo que es prácticamente una regla en el proceso de burocratización de los entes colectivos, fue abandonando su origen horizontal a medida que crecía en afiliados e influencia, para culminar en un sistema totalmente vertical y jerárquico donde la representación real del trabajador es exigua. Ese proceso tiene reflejo, también, en la mutación de la ideología dominante del obrerismo argentino, que pasó del anarquismo y el socialismo utópico de principios del siglo XX al corporativismo de origen fascista adoptado en los años ’30 que se consolida con el peronismo, al cual prácticamente se anexó. El corporativismo prescinde de la representación real y del voto directo para suplirlo por un enmallado delegatario de niveles estancos que emulan a un cuerpo unicéfalo. Esas categorías se verifican en los estatutos sindicales y explican la disociación entre el colectivo de los trabajadores y esa mesa directiva que hoy quiere arrebatarle el poder a Moyano para, gatopardismo mediante, entregárselo intacto a un congénere. El actual régimen que regula a las entidades sindicales —tachado de inconstitucional por la Corte al entender que vulnera el principio de libre asociación— es el reaseguro para mantener el statu quo. Con la normativa vigente no se podrá destronar a los jefes sindicales y la prueba más evidente es que casi todos ellos están al frente de sus gremios desde los años ’80, o sea, desde que se levantaron las prohibiciones de la dictadura. La democracia argentina tiene el deber de enmendar ese déficit institucional mediante una forma legítima propia de un Estado de Derecho que descarta de plano recurrir a los instrumentos proscripticos usados por los gobiernos militares porque es contradictorio —y disvalioso— querer asegurar un fin democrático por un medio que es su negación. La vía más justa sería que los propios trabajadores, que finalmente son la base y el destino de los gremios, se alcen contra sus falsos representantes, por ejemplo, migrando hacia la CTA u otros sindicatos alternativos. Pero esto es imposible sin antes modificar la actual reglamentación que permite el monopolio de la CGT al concederle la personería gremial de modo exclusivo. La inacción del poder político está de todas formas asegurada para que ello no suceda.
25.7.09
Democracia joven
11.7.09
Democracia joven
Gobierno limitado, ¿mejor gobierno?
CRISTIAN SALVI
El Eco de Tandil, 12 de julio de 2009
El tono conciliador del discurso de la presidenta en Tucumán se asemeja al pronunciado el día de su asunción, cuando, como el jueves último, habló del acuerdo social y la calidad institucional. Cristina conservaría lo bueno de Néstor corrigiendo lo malo, se pensaba, ilusionando también a quienes jamás la hubiesen votado dos meses antes.
Sin embargo, a cuatro meses del inicio del gobierno estalló la disputa con el agro que prácticamente acaparó la escena política desde aquel entonces. Toda la discusión tenía ese episodio como centro y nuevamente se retardaron otros campos de acción.
Ese período atravesado por el conflicto agropecuario desemboca linealmente en los comicios del 28 de junio pasado. Con las elecciones y su resultado, se le dio forma a la amonestación social iniciada en marzo de 2008, a la vez que significó la universalización del descontento que a esa altura excedía a un sector económico y a las grandes urbes donde ya habían perdido en las elecciones de 2007.
Si la derrota en las urnas fue el epílogo del conflicto que eclipsó al gobierno de Cristina, es lógico pensar que ella ahora pretenda de alguna manera barajar y dar de nuevo. De allí la semejanza discursiva entre esos dos momentos iniciáticos.
Pruebas de fuego.(código)
Queda por saber si ese discurso de reanudación, además de sincero, será realizable. O sea, si es posible que ahora con minoría parlamentaria y sin un incondicionado aval social, el gobierno lleve a cabo las prometidas reformas políticas.
A poco que se ve quienes serían los perjudicados por las reformas a practicar, no es difícil inclinarse por el escepticismo. Tomemos sólo dos temas sensibles para ponderar esa conjetura. Primero: la Ley de Servicios Audiovisuales, que sustituirá a la Ley de Radiodifusión sancionada en la última dictadura, la cual permite la concentración monopólica del poder mediático y económico de los grupos dominantes. ¿Podrá un gobierno sin mayorías enfrentarse solo a esos nichos de poder? Aunque desde ya no es el único que ofrecerá resistencia, piénsese nomás la faena que significará ponerle coto al megamonopolio Clarín que controla el diario homónimo, Olé, La Razón, Clarín.com, Radio Mitre, La 100, TN, Canal 13, Volver, Ciudad Internet, junto a otros medios provinciales como La Voz del Interior (Córdoba) y Los Andes (Mendoza), además de Multicanal y Cablevisión, únicos vehículos de la televisión por cable en buena parte del país.
Otra reforma necesaria: horizontalizar el poder sindical. Se trata, también, de atacar a los monopolios concentrados, esta vez el sindical que acapara la CGT (no es casualidad que, según la revista Noticias, Kirchner en su cúspide de poder sólo le temía a Hugo Moyano y al CEO de Clarín, Héctor Magnetto). Moyano tiene un poder inmenso y lo ejerce muy bien contra el matrimonio Kirchner a punto de que sólo con dejar trascender su "simpatía" con Duhalde, logró que un delfín suyo se quede con la presidencia de Aerolíneas. En el deseo del gremialista también se explica la remoción de Graciela Ocaña. ¿Podrán los Kirchner cargarse a ese otrora gran aliado que ahora los empieza a condicionar? El poder de Moyano, de todas formas, es tan inmenso como frágil: al no basarse en el poder genuino de una democracia (legitimidad popular) sino en el negocio con el dinero público y en la ficción de la personería gremial exclusiva de la CGT, para socavar ese aparato basta con modificar la ley de entidades sindicales conforme el mandato de la Corte Suprema en el fallo “ATE” de noviembre pasado.
Un antecedente para ser optimistas
Esas dos reformas, como tantas otras, se alcanzan mediante sustituciones normativas. El problema es que, además de coraje, se necesita poder político para lograr los votos parlamentarios y resistir la embestida de las corporaciones afectadas. Acá está la pregunta nuclear: ¿Por qué los Kirchner, que llevan seis años en el poder, no emprendieron esas y otras reformas tan esenciales cuando nadie se les podía resistir? Menem, por ejemplo, en 1996, cuando todavía estaba fresca su victoria releccionaria, dispuso la desregulación las obras sociales sindicales, eliminando de un plumazo la gracia concedida por el dictador Juan Carlos Onganía que le aseguraba permanente liquidez a los aparatos gremiales.
A pesar de todo ello, podemos ser optimistas. Desde las primeras teorizaciones de John Locke, se acepta que las democracias liberales son tales sólo cuando el poder ejercido en ellas es limitado. En otras palabras: nada anómalo hay en que Cristina no tenga mayorías parlamentarias. Nada, por tanto, excusará su renuncia a avanzar en lo que la sociedad espera de ella.
La prueba histórica de la prescindencia de mayorías para encarar reformas la dio el propio Néstor Kirchner: paradójicamente, su gobierno pudo calificarse de reformista sólo hasta fines de 2005, o sea, sólo mientras no tenía poder propio y por ello necesitaba una legitimación constante. Fue en ese período cuando reivindicó los derechos humanos, modificó la Corte, reestructuró la deuda externa, se libró del FMI, todo apoyándose en una transversalidad que acogía a buena parte del progresismo serio. Luego, cuando Cristina ganó las legislativas, se deshizo de Lavagna y de otros cuadros valiosos para comenzar su acollaramiento con lo más rancio del PJ. Se había hecho realidad la frase célebre de Lord Acton: “El poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente”. Pensemos, por tanto, que si Cristina carece de ese poder absoluto, procurará, como su esposo antes, reivindicarse con la gestión diaria mediante el dialogo y los acuerdos de largo plazo. Más que nunca se advertirá el noble favor que se le hizo al gobierno al no darle un triunfo en las últimas elecciones.. (código)
Democracia joven
Apostillas sobre los escenarios posibles CRISTIAN SALVI El Eco de Tandil, 28 de junio de 2009 Finalmente llegó el día que monopolizó el análisis político de este año. La de hoy es una elección de extraordinaria importancia cuya proyección excede ampliamente a su objeto inmediato de renovación de los órganos de representación colegiada. Empecemos por la política nacional. Por lo pronto, hoy se definirá la pole position para las presidenciales de 2011 en series de exclusiones mutuas, salvo en el oficialismo, donde Kirchner, gane o pierda, seguirá teniendo el máximo protagonismo. Para Carrió, en cambio, la elección deviene crucial porque arriesga su autoproclamado papel de jefa de la oposición si no entra a la Cámara de Diputados por haber salido tercera al ser desplazada por un candidato juzgado de menor porte como Pino Solanas. De todas formas, será la elección de Santa Fe la que matice esta interpretación porque si Hermes Binner, que no tiene reelección como gobernador, sale triunfador por medio del senador Rubén Gustiniani, se convertirá en un presidenciable por el mismo arco que hoy lidera Carrió, siendo legítimo que quiera ocupar el espacio contra quien ya disputó dos elecciones presidenciales sin siquiera haber tenido chances serías de ganar (aunque en 2007 lo mereciera)..(código) También la elección de Santa Fe definirá el futuro de Carlos Reutemann. El senador llevaba una considerable ventaja hasta hace unas semanas pero los últimos datos de las encuestas no le aseguraban una victoria. Si el socialismo le gana a Reutemann, además de emplazar a Binner como un aspirante nacional, beneficiará a quienes querrán atraer al peronismo disidente para competir con Kirchner en 2011. Esos beneficiarios hipotéticos son Macri y Solá, ambos lanzados en mayor o menor medida a la carrera presidencial. El jefe de Gobierno porteño no compite directamente en la elección y su candidata directa, en todo caso, va primera, pero para él será importante cómo se arme el peronismo puesto que necesitará reposar en parte de ese sector si su ambición es llegar a la Casa Rosada en tan solo dos años, ya que su partido no tiene un sólido asiento territorial más allá de la Capital Federal. En resumen, las tres vertientes que hoy compiten entre sí también definirán internamente su futuro. En el llamado panradicalismo (UCR, socialismo, Coalición Cívica), la definición será entre Binner y Carrió, a lo que se suma el vicepresidente Cobos, que si bien en esta elección no perderá ni ganará nada por sí, empero dependerá de cómo le vaya a sus competidores. El aspirante a 2011 por el peronismo disidente y sus aliados de centro saldrá de entre Reutemann, Macri y Solá, uno de los cuales —el primero— puede quedar rezagado hoy mismo. Por su parte, en el oficialismo la cuestión es algo distinta: Kirchner no tiene competidores internos, pero su riesgo consiste en quedarse solo si quienes hoy están de su lado entienden que al permanecer allí corren riesgo en su propia suerte. ¿Qué parámetros indicaran la victoria o derrota en esta elección? Para todos los casos, lo más pertinente es analizar cómo quedan los actores antes y después del comicio. Al que más poder hoy tiene, naturalmente, más se le exige para no tenerlo por perdidoso, como en los deportes usan hándicap. Si llega a ganar en la Provincia de Buenos Aires, el kirchnerismo se presentará como triunfador de todo el comicio que, en realidad, alcanza también a los otros veintitrés distritos electorales entre los que se destacan la Capital, Santa Fe, Córdoba y Mendoza, donde la suerte oficial es menos alentadora. Lo dicho no asegura un triunfo de “la” oposición, sino, en todo caso, de “las” oposiciones, en plural. Esa falta de individualización de la victoria, en contrapartida, relativizará (o cuanto menos hará menos perceptible) una derrota del kirchnerismo. En la Provincia de Buenos Aires, la elección inevitablemente afectará al gobernador Scioli. Si gana, deberá asumir la diputación, con lo cual su poder se diluirá en un cuerpo numerosísimo y con protagonistas mayores que él, habiendo dejado el gobierno de la principal provincia argentina por un capricho de Kirchner. Si gana y no asume, defraudará a sus votantes, afectando su credibilidad para futuras candidaturas. Y si pierde, por el afán plebiscitario impreso al comicio, tendrá que interpretar una desaprobación de su gestión además de gobernar los próximos dos años sin mayoría en la Legislatura. Esa una lástima que una buena persona como él, por tener buena imagen para acarrear votos, haya caído en una trampa cuyos costos mañana le serán exigidos casi con exclusividad. La contracara de su situación es la de De Narváez que aun perdiendo (por poco, claro) tendrá el mérito de haber puesto en jaque al kirchnerismo, quedando como el único candidato de su espacio para pelear por una gobernación que estará debilitada tanto si sigue Scioli como si lo reemplaza Ballestrini. En el orden local, el antes referido criterio del hándicap tendrá una directa aplicación para el análisis de mañana. Respecto al radicalismo porque, aun ganando, podría perder muchos puntos respecto a los conseguidos a 2007, mostrando que el proyecto depende —cuanto menos electoralmente— de un solo hombre, hasta ahora tan imbatible como irremplazable. El senador Auza, con su enorme capacidad intelectual, jerarquizará al Concejo, pero en lo personal será un retroceso, como si pasara de cardenal a cura párroco. Sólo una candidatura en 2011 con un peronismo unido que lo apoye incondicionalmente —lo que hoy no se avizora— le dará sentido a su decisión de pasar de la Cámara Alta a concejal de una ciudad del interior. Por último, Unión-Pro, al partir de cero, tendrá un resultado positivo aun saliendo en tercer lugar. La faena es distinta: consiste en mantener la unidad que asegure su permanencia.. (código)