15.6.09

Democracia joven

¿Por qué Kirchner no debate?

CRISTIAN SALVI

El Eco de Tandil, 14 de junio de 2009

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El programa televisivo A dos voces está organizando un debate entre los candidatos a legisladores. La producción ya logró la aceptación de los principales cabezas de lista a diputados por Capital Federal (Prat-Gay, Michetti, Heller y Solanas) y, respecto a la Provincia de Buenos Aires, dieron su confirmación De Narváez, Stolbizer y Sabatella. No así el candidato del Frente por la Victoria Néstor Kirchner, que ni acusó recibo de la invitación. Desde ese sector si prestó su acuerdo Daniel Scioli, pero no es él quien encabeza la nómina.

Mientras tanto, en medio de la polémica en torno a la citación de De Narváez a prestar declaración indagatoria, el candidato de Unión-Pro desafió a Kirchner a un debate público para confrontar las propuestas de cada cual a las elecciones del 28 de junio. Kirchner dejó trascender su negativa.

Para qué debatir.
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El uso de la tecnología ha modificado la dinámica de las campañas electorales a punto de que la televisión e internet se han constituido en las nuevas ágoras de la democracia posmoderna. La elección presidencial norteamericana dio muestras acabadas de este fenómeno proyectando los temas allí debatidos a todo el planeta. Obama, en particular, explotó el uso del Facebook, YouTube y de los SMS como una herramienta quizá más poderosa que la televisión misma.

Los beneficios del uso de la tecnología en la democracia están fuera de discusión. Sin embargo, esas formas comunicacionales suelen ser también enmallados mercadotécnicos que “crean” candidatos cuan si fueran productos comerciales para lograr con ello la adhesión del votante-consumidor. La “construcción” de un candidato que en la realidad no tenga nada positivo es un trabajo posible para un experto en marketing político. La campaña de De la Rúa en 1999 fue prueba de ello al presentarlo como un “hombre de decisión” que terminaría con la corrupción.

De allí que el debate televisivo, usado por primera vez en 1960 entre Nixon y Kennedy, siga teniendo vigencia y necesidad porque, a pesar de pertenecer a la democracia tecnológica, empero impide esa escenificación ficcional del candidato que se presentará a debatir frente su adversario y ante millones de espectadores tal cual es. Los asesores y el marketing no estarán al aire. Es lo más parecido que se inventó desde que el modelo asambleario ateniense dejó de usarse porque la cantidad de habitantes impedía la participación de todos los ciudadanos, dando lugar, para su reemplazo, a la democracia indirecta. En esta asamblea virtual están los candidatos y millones de votantes que pueden intervenir por teléfono al instante como si estuvieran presentes en el escenario del debate.

Esto muestra como el debate televisivo concentra, por un lado, el beneficio de la tecnología multiplicadora de recipiendarios pero, a la vez, también todas las ventajas de la asamblea presencial en la cual el candidato está a la vista sin el ropaje engañoso que trajo aparejada esa nueva forma de comunicación masiva.

A esta justificación pragmática se le agrega otra que pertenece al núcleo mismo de la democracia, esto es, el derecho a la información que el votante necesita para poder elegir entre varias alternativas. Tomando una categoría del Bioderecho, podríamos decir que el acto eleccionario supone un “consentimiento informado”.

Esta idea ha convertido a los debates televisivos y a las conferencias de prensa en verdaderas instituciones de la democracia norteamericana. Kirchner no accede al debate porque va primero en las encuestas entendiendo que no conviene arriesgar esa ventaja. Es un razonamiento frecuente en Argentina. En Estados Unidos, en cambio, quien no está primero asiste al debate como una oportunidad de posicionarse, pero también lo hace quien lleva la delantera porque sabe que la inasistencia es razón suficiente para que los votantes ya conquistados le quiten su apoyo al interpretar que se está rehusando a las defensa de sus ideas, ocultándose tras la mercadotecnia política con una mezcla de cobardía y mendacidad. En otras palabras: algo esconde al no querer debatir, ergo, miente para lograr la adhesión popular.

Las presidencias monologales

Las presidencias de Néstor y Cristina Kirchner estuvieron signadas por la renuencia a los debates. Ninguno asiste al intercambio con sus adversarios políticos, aun cuando ella es una excelente oradora y con gran experiencia parlamentaria.  Él, durante sus cuatro años y medio de gobierno, no dio una sola conferencia de prensa; ella sí, pero contadas veces y casi siempre en forma de monologo y prohibiendo la repregunta, con lo cual, poco útiles son. La estrategia comunicacional es la cátedra del ambón en actos donde están rodeados de aduladores que le festejan  todo lo que dicen.

Los ministros y los legisladores kirchneristas siguen el modelo de sus líderes. En los informes ministeriales ante el Congreso, los funcionarios hacen una exposición monologal sin que los legisladores (destinatarios del informe) puedan intervenir. Esa lectura ininterrumpible frustra la finalidad de ese instituto de origen constitucional, pensado para que los legisladores, en vez de recibir individualmente un informe escrito, se reúnan en el recinto para preguntar o pedirle aclaraciones al funcionario. También en el Congreso, la mayoría kirchnerista, siguiendo las órdenes de la Casa Rosada, ha “administrado” qué se debate y qué no en las cámaras: no se trataba de la aprobación de tal o cual proyecto, sino de ni siquiera habilitar la apertura de la sesión al no prestar el quórum suficiente.

Aunque sería una buena idea implementar una reforma al Código Electoral por la cual se instituyan debates obligatorios (por ejemplo en el canal público), con eso no bastaría si no es la ciudadanía la que impone una sanción a aquel que rehúsa nada menos que a decir por qué quiere que lo voten. De hecho, en Estados Unidos, el debate no es un requisito normativo sino una exigencia de los votantes antes de elegir a quien le dan lo más importante que tienen como ciudadanos de una democracia. Quizá esta elección sea la que permita dar un paso en ese sentido.
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