17.5.09

Democracia joven

Si Kirchner pierde, nada peligra

CRISTIAN SALVI

El Eco de Tandil, 17 de mayo de 2009

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En términos formales, las próximas elecciones no deberían preocupar demasiado al Poder Ejecutivo toda vez que, además no renovarse ese poder del Estado, en el peor de los casos, el oficialismo seguirá teniendo una importante cantidad de legisladores que le respondan y quizá hasta conserve mayoría en el Senado. Esto sucede en todas las democracias ordenadas cuando el gobierno enfrenta la renovación legislativa durante su segundo mandato consecutivo, tal como se percibe al oficialismo que, en los hechos, tuvo en 2007 una reelección vicaria.

En los Estados Unidos denominan “pato rengo” (lame duck) al presidente que cumple la  última parte de su segundo período luego de que su partido fue derrotado en las legislativas intermedias. Esos dos años suelen concentrarse en los sucesores ya que el proceso electoral, precedido por largos comicios internos, dura prácticamente todo ese período al extenderse a cada estado de la Unión. La idea del “pato rengo” da cuenta de que el presidente no contará con un aval absoluto en el Capitolio. Nada más. Caminará rengo, o sea, teniendo que apoyarse en las decisiones autónomas de otro poder, pero caminará. Nadie habla de “crisis de gobernabilidad” ni menos aun de que el gobierno podría renunciar.

La renovación legislativa con posibilidad de resultados adversos es un componente inherente de la democracia republicana. En éstas, hay “poderes”, en plural, que se renuevan en elecciones diferentes, y no un solo poder ejercido en la Presidencia que se plebiscita en cada comicio. ¿Para qué sino existe un Congreso bicameral que tiene recambios parciales? Sólo quienes no pueden concebir el poder sin el carácter de absoluto —tal como es el caso de Néstor Kirchner— pueden ver en esa mecánica de renovación algo anómalo. Para Kirchner, el poder, es “todo” el poder. Siempre lo concibió así. No le basta con la Presidencia y con ser la primera minoría en el Congreso, ni con dirigir al poderoso PJ mediante una lógica corporativista donde “el” partido está enclavado en el Estado y confundido con los poderes públicos, como sucedía en el fascismo y en el peronismo de la primera etapa. “Vamos por todo”, decía Guillermo Moreno en un acto en la Capital, y ese parece ser el objetivo planteado por el oficialismo.

El todo o nada... ¿y si es la nada?.(código)

La lógica del todo o nada es riesgosa siempre: si logran el objetivo pretendido, la quedará renga no será la Presidencia sino la República; si no lo logran, el riesgo es que crean que no hay sentido de continuar porque no tienen más poder (porque para ellos, éste lo es en tanto sea absoluto).

Ahora le echan la culpa a la prensa y a la oposición, pero fueron referentes del kirchnerismo los que dejaron entrever que era verosímil el abandono del Gobierno si perdían las elecciones. Así lo dijo el piquetero ultraoficialista Emilio Pérsico semanas atrás. Además, implícitamente, esa hipótesis es invocada por Kirchner, que en sus discursos públicos insiste en que si no resultan triunfadores, se avecinará una crisis institucional a la que compara con la de 2001, cuyo núcleo fue la renuncia anticipada de un gobierno y la consecuente ingobernabilidad. ¿Quién más irresponsable que él al formular esos pronósticos?

¿Quién más contribuye a la hipótesis de ingobernabilidad que el propio kirchnerismo que, por ejemplo, lleva de candidatos legislativos al gobernador y al vicegobernador la Provincia de Buenos Aires y, ahora, anuncia —posiblemente para evitar impugnaciones— que ellos asumirán sus bancas, lo que, en los hechos, es asegurar la futura acefalia provincial?

El discurso del “yo o el caos” estuvo presente en año pasado en el conflicto por las retenciones. En su discurso previo a la votación, un Kirchner enajenado sobredimensionaba el objeto en disputa, que no era ni más ni menos que una resolución impositiva. Es decir, no peligraba un Gobierno por eso. Sin embargo, el riesgo es introducido discursivamente al absolutizar lo relativo pues, de esa forma, se difunde el mensaje de que si aquello que originariamente era secundario no está, nada hay. Se confunde a la sociedad pero, sobre todo, es el propio emisor quien queda preso de su mensaje: tras el voto de Cobos, nada tremendo pasó, ¿Dónde estaba, entonces, el riesgo anunciado?

El oficialismo va a perder las elecciones, si entendemos por ello que desde el 10 de diciembre tengan menos legisladores de los que reúnen hoy. Esto será así por dos razones. Una, porque ellos, siendo ahora mayoría, ponen más escaños en riesgo. La segunda es que, aun ganando Kirchner en Buenos Aires, al ser una elección legislativa y siendo su ventaja de pocos puntos, la cantidad de legisladores que se llevará no será abrumadora. Y a ello, súmase que saldrán segundos o terceros en el resto de los distritos que más bancas aportan, o sea, en Capital Federal, Córdoba, Santa Fe y Mendoza. Un país ansioso de federalismo se rebela contra el centralismo ahora corrido al segundo cordón del Conurbano donde el kirchnerismo, a fuerza de clientelismo y vaticinios calamitosos, apuesta todas sus fichas.

En términos reales, a pesar del mensaje agorero y fatalista de Néstor Kirchner y sus acólitos, no hay riesgos de que, por el próximo comicio, sea cual fuere el resultado, peligre la gobernabilidad. Tras ocho años de mandato, Carlos Menem también sufrió la derrota legislativa en 1997 y sin problema alguno siguió gobernando dos años más e incluso especulando con una re-reelección sin que nadie cuestionara su autoridad, ejercida, cierto es, con un talento que los Kirchner no tienen. Por su parte, es verdad el gobierno de De la Rúa se vio herido con el triunfo del peronismo en 2001, pero su debilidad, en especial, obedecía al descrédito social causado por la tremenda crisis económica que fue enormemente más determinante que la pérdida del comicio. Nada de ello hoy está presente. El kirchnerismo, por tanto, si la ciudadanía así lo decide, puede perder tranquilo que la Argentina no peligra en absoluto.. (código)