31.1.09

Democracia joven

Obama y las "creencias" norteamericanas

CRISTIAN SALVI

El Eco de Tandil, 18 de enero de 2009

Ver desde la web del diario

El próximo martes Barack Obama asume la presidencia de los Estados Unidos de América, el país más poderoso de la historia de la civilización. El acontecimiento siempre es importante, pero esta vez hay un agregado especial, porque con Obama también llega a la cima la materialización de buena parte de las virtudes del régimen político norteamericano que, con mezquindades, muchos resisten en reconocer.

Desde la dimensión sistémica, Obama asume a la presidencia luego de dos años de campaña que comenzó con su postulación para lograr la candidatura por el Partido Demócrata, compitiendo en las internas que se llevaron a cabo sucesivamente en los cincuenta estados de la Unión y sometiéndose a elecciones primarias en casi todos ellos. Sin ser inicialmente favorito, empero logró imponerse como candidato derrotando a oponentes de mayor peso como la senadora Hillary Clinton, que contaba con muchísimos más recursos y avales, en especial, el de su esposo el ex presidente Bill Clinton, quien conserva gran influencia entre las huestes demócratas. Luego, en las elecciones generales de noviembre pasado, logró vencer con relativa holgura a su adversario John McCain, un gran candidato que sin embargo soportó una injusta identificación con la vapuleada administración de George W. Bush.

Por otra parte, desde la dimensión personal, lo de Obama es impecable. Su historia es bastante conocida: el haber nacido en el seno de una familia modesta perteneciente a una minoría todavía discriminada que recién logró igualdad de derechos hace medio siglo, no fue óbice para que Barack Obama brille en las universidades de Harvard y de Columbia, donde se graduó en derecho y ciencias políticas, respectivamente. A la política nacional de Estados Unidos recién llegó hace cuatro años, al asumir como senador por Illinois. El martes, con sólo 47 años, se convertirá en el hombre más poderoso del planeta.

“Ideas” y “creencias”..
(código)
Quienes creen que en Estados Unidos sigue vivo el “sueño americano”, no pueden dejar de encontrar en la persona de Barack Obama menos que la perfecta materialización de ese ideario. Esto puede parecer una mirada romántica sobre aquel país, pero, desde esta perspectiva, lo de Obama se emplaza como el triunfo de un modelo asociado con el “American way of life” --o sea, el estilo de vida americano-- que opera de condición de oportunidad para que fenómenos como el del presidente electo sean una realidad. El liderazgo mismo de los Estados Unidos no es mera causalidad, sino que es el triunfo de un sistema con determinadas raíces culturales.

Esas raíces se identifican con las “creencias” de los estadounidenses. Mariano Grondona, analizando el sistema político americano, apelaba a la distinción de Ortega y Gasset entre “ideas” y “creencias” para señalar que, finalmente, fueron las últimas las que pusieron de los Estados Unidos en la vanguardia del mundo.

En Ideas y creencias (1940), Ortega distinguió entre dos tipos de convicciones: unas, las ideas, son pensamientos formulados conscientemente acerca de la realidad, mientras que las creencias forman parte del arraigo de la persona que no es producto de una actividad intelectual sino que, más bien, constituyen “una cuestión de fe” que proyecta la cosmología en la que se asienta el sujeto. Para el pensador español, “a las ideas se las tiene, mientras que en las creencias se vive”.

Obama es una parte de esas creencias. Pero Bush es la otra. La clave es no creer, con ingenuidad, que el presidente electo es un “revolucionario” que hará de Estados Unidos la antítesis de lo que Bush imprimió en su gestión. El actual presidente ganó dos elecciones y, en la segunda de ellas, el discurso bélico y mesiánico estaba presente y fue refrendado por el pueblo norteamericano.No hay un Estados Unidos monolítico, claro está. Sin embargo, el pueblo americano, a pesar de su heterogeneidad, está unido por una serie de creencias fundamentales que forman una “tipología social” ya advertida por Tocqueville en su estudio “La democracia en América”.

Y acá parece estar la clave del ascenso de Obama y del liderazgo de ese país que, sucediendo el papel de la Inglaterra del siglo XIX, confirma dos siglos del predominio anglosajón en el mundo. Algunas de las máximas que forman ese acervo cultural tienen origen en el puritanismo practicado por los colonos británicos que formaron las primeras poblaciones de la Nueva Inglaterra, como la creencia en la santificación “en el mundo”, la búsqueda del éxito como manifestación del beneplácito divino y la objeción a toda institución directriz de la conciencia, promoviéndose, por el contrario, esferas de libertades que engrandecen la autonomía de los sujetos. Otras nacen con sus mismas instituciones y el afán de los padres fundadores de evitar el despotismo que los obligó a emigrar hacia América, y de allí que el núcleo institucional norteamericano pueda resumirse en la lucha contra el abuso de poder y en la primacía del individuo sobre el colectivo.

Este es continente cultural en que se asienta el fenómeno Obama. Sin eso, difícilmente aquello se habría dado, aun cuando se tenga el talento personal del presidente electo. De allí que sea difícil pensar casos similares en otros países, incluso, desarrollados.

Desde Argentina, el triunfo de Obama es motivo de festejo porque nuestro país supo tener un equivalente al “sueño americano” que agoniza desde hace décadas. Parece utópico que algo similar se pueda dar hoy entre nosotros, pero vale la pena creer que en algún momento tendremos un Obama para la Argentina..(código)

Leer Mas...

4.1.09

Democracia joven

Cuba, cinco décadas de dictadura

CRISTIAN SALVI

El Eco de Tandil, 4 de enero de 2009

Ver desde la web del diario

Se cumplen 50 años de la llamada Revolución Cubana. Se cumplen, por tanto, 50 años de que Fidel Castro es el dueño y señor de los habitantes de la isla, y esto es así en el más literal de los sentidos. 

Tomando algunos aspectos del “modelo cubano”, proponemos analizar la vigencia de la “revolución” a efectos de discriminar qué, en última instancia, nos puede llevar a aprobar o censurar el medio siglo del gobierno de Castro por encima de todos los romanticismos que suelen hacerse desde la izquierda vernácula. El prisma analítico tendrá dos valores orientadores: la libertad y la igualdad.

“Libertad… ¿para qué” (Lenin).(código)

Nadie, sometido a elecciones, puede gobernar tanto tiempo. Las burdas elecciones en la isla, en las cuales los Castro sacan más del 95 por ciento, claro está, son una mentira.

En Cuba no se puede disentir y una policía política custodia el cumplimento de la prohibición. Hay control sobre lo que las personas leen. Es deber jurar fidelidad a la persona del Líder. No hay prensa libre. Se persigue a periodistas. El Estado controla los medios de comunicación. Internet está filtrada de modo que los cubanos no puedan salir del micromundo diseñado por el régimen.

Luego de esto (que no es todo), ¿Qué queda por idealizar?

Hasta los más férreos defensores del modelo aceptan esta irrefutable realidad. Pero la justifican como medios necesarios para un fin. Sin embargo, esos supuestos fines son meros recursos legitimantes y, fundamentalmente, no debe perderse de vista que la libertad es un axioma categórico, de manera tal que ni el más noble de los fines (alegados) justifica ese sistema policíaco instalado por medio siglo en la isla. Toda dictadura es mala. Todas. No valen justificaciones “extrínsecas” de un modelo cuando éste tiene una ilegitimidad “intrínseca”. Al modelo cubano no lo justifica ni los logros que dicen tener en salud y educación, del mismo modo que la dictadura de Franco no es salvada por las reformas económicas del último tramo ni tampoco pueden absolverse los crímenes de Pinochet por sus medidas exitosas en la década del 80’.

El doble mito de la igualdad

Hay dos falacias relacionadas con la idea de la igualdad en Cuba. Desenmascararlas exige algunas apostillas acerca de qué entendemos por ella.

El ideal de los apologistas de régimen cubano parece contentarse con la aprobación de una igualdad en la que todos son pobres. No es un juicio razonable. ¿Qué justicia tiene una igualdad en la que todos son iguales en marginalidad? Es la igualdad “igualitarista”.

Desde la tradición liberal la única igualdad justa es la “igualdad de oportunidades”. Una igualdad de “partida”, no de “llegada”. Cuba tiene “igualdad” en las dos categorías; otros, como Argentina, “desigualdad” en ambas. Ambos modelos son injustos.

Una sociedad progresa, empero, por la igualdad de “partida” y la desigualdad de “llegada”, siendo ése el equilibrio perfecto del modelo estadounidense. Se asegura igualdad de oportunidades, pero luego, en la carrera, cada uno llegará adónde pueda, no siendo justo amarrarle un ancla a las personas exitosas para “bajarlas” porque eso es castigar a los beneficiados por el reparto natural de talentos que además se esfuerzan y, a su vez, con ello se perjudicaría a la misma sociedad que desperdicia a sus mejores cuadros. De allí que la igualdad de “llegada” sea regresiva, porque nivela para abajo. “¡Cuantos más Bill Gates tengamos mejor!, pues eso nos hace ricos y poderosos como nación, se tributa más y podemos ayudar a los más desfavorecidos garantizándoles igualdad de oportunidades”, parece ser el mensaje de los Estados Unidos.

Esto es aceptado incluso por pensadores emparentados con la centro-izquierda que, sin abonar un liberalismo radical (libertarismo), lograron salvar al liberalismo del comunitarismo. John Rawls, por ejemplo, en su genial Teoría de la Justicia (1971), dice que la desigualdad es justa si, en primer lugar, hay igualdad de oportunidades y, además, si ella genera un provecho social, que incluye a los más desventajados. A esto último lo denomina “principio de diferencia”  y, con ello, el pensador de Harvard logró conciliar armónicamente a dos valores de constante conflicto como son la igualdad y la libertad (que, desde John Locke hasta las encíclicas papales, es considerada el continente del derecho de propiedad).

El segundo mito a destruir es aquello de que “todos” son iguales. No es del todo cierto: los Castro y sus cortesanos no viven como el resto de los cubanos. La realidad de Cuba es la de Rebelión en la Granja (1945), la parodia al comunismo escrita por George Orwell: los animales decidieron sublevarse contra el dueño de la granja para dejar de ser explotados por él y fundaron una comunidad “igualitarista” con varias máximas, una de las cuales era que “todos los animales son iguales”; pero la historia termina en que los cerdos —líderes de la revuelta, que en la fábula representan a los jerarcas del Partido Comunista ruso— se mudan del establo a la casona y disfrutan de los bienes del granjero mientras los demás miran de afuera. La explotación continúa igual; la novedad es que cambió la identidad del explotador. Eso es lo que hoy queda de la Revolución Cubana. Como en la historia de Orwell, hay una granja empobrecida en la cual sólo algunos gozan de lo poco que queda: “Todos los animales son iguales… pero algunos son más iguales que otros”, reza, modificado, el ideario inicial.(código)

Leer Mas...